Debbie y su equipo comenzaron en 2011 una impresionante aventura para conseguir tener ejemplares en cautividad que salven al animal de la extinción. “Fue una operación de película. Hubo que usar helicópteros y barcos para sacar los huevos del ártico”, cuenta Debbie en los pasillos del Congreso Mundial de Conservación que se celebra en Jeju (Corea del Sur).
El correlimos cuchareta (Eurynorhynchus pygmeus) pertenece a la lista de 100 especies más amenazadas realizada por la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, en sus siglas en inglés) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y presentada en Jeju. Se trata de un listado en el que las especies tienen en común su poco atractivo comercial o social. Son bichos desconocidos, teóricamente insignificantes, y los “conservacionistas temen que mueran porque no generan beneficios obvios para los humanos”, según la UICN.
Jonathan Baillie, director de conservación de la ZSL, afirma: “Los donantes y el movimiento conservacionista están cada vez más volcados en el enfoque de ‘qué puede hacer la naturaleza por nosotros’, así que las especies y los hábitats son evaluados en función de los servicios que no soportan”.
La UICN y muchos expertos apuestan por darle un precio a la naturaleza, que tenga un valor para que protegerla genere algo. Su enfoque es pragmático, defender la conservación porque de la naturaleza salen alimentos, medicinas, protección frente a catástrofes… Pero eso genera otra pregunta: ¿qué pasa si una especie no genera nada? ¿No hay que hacer esfuerzo por salvarla?
Baillie replica que el enfoque actual de la conservación genera un dilema ético: “¿Tienen estas especies el derecho a sobrevivir o tenemos nosotros el derecho a llevarlas a la extinción?”.
Ellen Butcher, coautora del informe, insiste en la idea de que no hay que abusar de ese enfoque materialista de la naturaleza: “Todas estas especies son únicas e irremplazables. Si desaparecen, no habrá dinero capaz de hacerlas volver”. Estas 100 especies, de 48 países, desaparecerán completamente sin trabajos como los de Debbie Pain para conservarlas.
La UICN afirma que “el perezoso pigmeo (Bradypus pygmaeus) es uno de los animales que se enfrentan a un futuro más sombrío”. La isla Escudo, a 17 kilómetros de la costa de Panamá, es el único lugar del mundo donde pueden encontrarse estos pequeños animales, que tienen un peso similar al de un bebé. Son los perezosos más pequeños y lentos del mundo y están clasificados en la categoría de “en peligro crítico de extinción”.
Igualmente, el saola (Pseudoryx nghetinhensis) es uno de los mamíferos más amenazados del sudeste asiático. La UICN destaca que este animal es “conocido como el unicornio asiático debido a su rareza”, y puede que solo queden decenas de individuos.
Entra estas especies más amenazadas, no están las icónicas y fáciles de identificar (tigres, gorilas, linces, osos…), sino especies como el hongo Cryptomyces maximus, que solo se extiende por una pequeña zona de Gales. Las poblaciones de estos hongos “liberadores de esporas están en declive y un único acontecimiento catastrófico podría derivar en su destrucción total”.