Según los datos publicados en la Edición Especial de la revista National Geographic España dedicada a la energía, el sector del transporte se configura como la principal fuente de gases de efecto invernadero (GEI), superando a otros sectores como la industria, los consumos domésticos o la agricultura.
La cifra de emisiones de CO2 debidas a todos los medios de transporte ascendió a un total de 6.453 Millones de Toneladas de dióxido de Carbono, contabilizando las emisiones en el año 2006, previamente a la disminución de la producción industrial debida a la crisis económica, a partir de 2008, que en años anteriores se había situado como la primera fuente de emisiones GEI. La fuente original de estos datos es la Agencia Internacional de la Energía.
Por continentes el primer lugar con mayor número de emisiones correspondió a América del Norte con 2.148 Millones de Toneladas, mientras que en el polo opuesto las emisiones procedentes del continente africano supusieron únicamente 186 millones de Toneladas.
Analizando los datos en emisiones por habitante destacan los datos de los Estados Unidos con 5,73 Toneladas por persona, mientras que países muy poblados como China presentan emisiones anuales per cápita de 0,27 Toneladas y en el caso de la India de 0,08.
En los principales países europeos, los valores se sitúan en puntos medios entre los extremos señalados, oscilando entre las 2,39 Toneladas de CO2 por persona en España y las 0,99 de Polonia, con valores medios de 1,88 en Alemania, 2,09 en Francia, 2,06 en el Reino Unido, y 1,97 en Italia.
Por medios de transporte el principal emisor de gases de efecto invernadero es el transporte por carretera que acapara el 73% de las emisiones con 4.712 millones de toneladas de CO2, le sigue la aviación con 729 millones de toneladas, y el transporte marítimo con 698, mientras que los medios que menores niveles de emisiones generan son los oleoductos con 162 millones de toneladas y el transporte ferroviario con solo 130 millones.
Ante estos datos, cabe resaltar que la mayor parte de las emisiones del transporte se encuentran hasta la fecha fuera de los mecanismos de Kioto que permitan su regulación y control. Solamente dentro de la Unión Europea se ha establecido una regulación para la aviación y para la navegación, y para los consumos eléctricos que realizan algunos modos de transporte como los oleoductos y el ferrocarril.
La implantación de medidas que regulen estas emisiones, favorezcan los cambios modales desde la carretera y la aviación hacia modos menos contaminantes como el ferrocarril y los oleoductos y potencien los cambios tecnológicos que faciliten la extensión de los vehículos eléctricos o el consumo de biodiesel por parte de los aviones, permitirán reducir estos altos niveles de emisiones que hacen peligrar todos los objetivos de contención y reducción en materia de gases de efecto invernadero, que ponen en peligro la salud humana y de los ecosistemas por los riesgos que puede suponer una alteración drástica de las condiciones climáticas.
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