Breve reseñaFukushimaEl 11 de marzo Japón sufrió un poderoso sismo de 8.9 grados en la escala de Richter. El epicentro del terremoto se ubicó en el mar, frente a la costa de Honshu, 130 km al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi, a 373 kilómetros de Tokio, según el USGS. El posterior tsunami causó una enorme destrucción en toda la zona afectada, incluyendo la central nuclear de Fukushima.
Este accidente fue elevado por el gobierno japonés al nivel 7 en la escala de accidentes nucleares, igualándose en gravedad al accidente de la planta atómica de Chernobil. Todo esto tras sucesivas explosiones, subidas dramáticas de nivel de radiación en la zona colindante, confirmada fusión parcial de al menos uno de los núcleos, fuga de agua radiactiva al mar y sucesivos intentos fallidos por bajar la temperatura en los reactores comprometidos.
Esta incidencia hechó por tierra los argumentos que habían depositado en la energía nuclear la posibilidad de manipular una fuente de energía de relativo bajo impacto medioambiental. Patrick Moore, co-fundador de Greenpeace y James Lovelock, autor de la hipótesis Gaia, entre otros, se constituyeron en su momento como fervientes defensores de esta fuente de energía.
Luego de Fukushima, la primer ministro Angela Merkel ha decidido un "apagón nuclear" para Alemania antes de 2022. Otros países están considerando esta posibilidad y numerosos movimientos civiles están ejerciendo presiones sobre los gobiernos para seguir el ejemplo germano.
Derrame en Nueva ZelandaEl 5 de octubre, el carguero Rena causó una catástrofe ecológica al naufragar cerca de la costa norte de Nueva Zelanda. Tenía unas 1.733 toneladas de combustible cuando encalló en el arrecife de Astrolabe, a unos 12 kilómetros de la ciudad portuaria de Tauranga, en la Isla Norte. Tras el accidente vertió unas 350 toneladas de combustible y la marea negra llegó a las costas de Tauranga, causando la muerte de al menos 1.946 aves y contaminando seriamente un delicado ecosistema marino.
Especies en peligroEn el mes de noviembre tuvimos la triste noticia de la extinción de dos rinocerontes. El de Java, en Vietnam y el negro en el oeste de África. Ambos víctimas de la degradación del hábitat y la caza furtiva.
El crítico estado en que se encuentran algunas especies ha puesto en vigencia el debate sobre la validez de los esfuerzos que se realizan para evitar su extinción. Hay estimaciones que ponderan que el 25% de los mamíferos se encuentran en peligro de extinción. Tal es la gravedad de la situación, que algunos especialistas sostienen que en el caso del oso panda y el tigre, lo más sensato sería dejarlos abandonados a su suerte y redireccionar recursos y esfuerzos hacia otras especies con mejores expectativas de supervivencia.
Del 28 de noviembre al 9 de diciembre se llevó a cabo en Durban, Sudáfrica, la cumbre del clima. Hubiéramos esperado dedicar algunos párrafos a sus logros.
Lamentablemente sólo podemos hablar de fracaso. Grave, si tenemos en cuenta que se ha dejado pasar otra oportunidad -quizás la última- para poner en marcha mecanismos eficaces para combatir el cambio climático.
Ha resultado evidente que los países desarrollados privilegian el favorecimiento de sus políticas económicas y la atención de las presiones de los grupos de poder, por sobre el bien común y los intereses de todos.