La Tierra está enferma. Nosotros la estamos matando, o más concretamente estamos matando la vida que contiene. Podemos vigilar continuamente sus constantes vitales y ver cómo evoluciona o podemos tomar su pulso en un momento dado. Pero, ¿como tomar el pulso a un planeta?
Ante la imposibilidad de un seguimiento prolongado, hemos optado por tomar el pulso puntualmente, escogiendo unos pocos resultados sobre Medio Ambiente entre los aparecidos en un periodo de unos poquísimos días y resumirlos aquí sin alterarlos. Es sólo una instantánea, un disparo con escopeta a ver qué cae, un intento fútil de hacer ver a los negacionistas cargados de fanatismo y doctrina que estamos en peligro por nuestro tremendo egoísmo.
Sobre el futuro climático se han dibujado diversos escenarios dependiendo de nuestra capacidad de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. En todo caso, si queremos evitar un apocalipsis habrá que recortar esas emisiones. Nuevas tecnologías más eficientes desde el punto de vista energético podrán ayudar, pero ¿y la tecnología antigua aún en uso y que no vamos a retirar? ¿Hay suficiente inercia para que el aumento de emisiones siga por décadas y no podamos evitarlo?
Según Steven Davis y Ken Caldeira, de la Carnegie Institution, hay un resquicio para la esperanza, pero si queremos evitar el desastre urge la creación de nuevas tecnologías limpias.
Según Davis el mayor problema del cambio climático es la enorme inercia que tiene. Parte de esa inercia se debe a los ciclos naturales del carbono o a límites naturales, pero otros se deben a las infraestructuras construidas por el ser humano, que emiten gases de efecto invernadero y lo seguirán haciendo hasta que dejen de estar en uso.
La pregunta que estos investigadores se plantearon fue qué pasaría si se mantienen las actuales infraestructuras (plantas térmicas, automóviles, etc) hasta el final de su vida útil, pero todas las nuevas que se construyan son limpias desde el punto de vista climático.
Encontraron que (tomando como ejemplo datos de EEUU) esto era suficiente como para colocar la concentración de dióxido de carbono a sólo 430 ppm, lo que provocaría un aumento de temperatura de sólo 1,3 grados centígrados respecto a la época preindustrial.
Los autores, sin embargo, advierten que este resultado no minimiza la amenaza, pero como la mayor parte de esta amenaza proviene de infraestructuras que aún no hemos construido urge desarrollar nueva tecnología que no emita gases de efecto invernadero ya, incluyendo los automóviles eléctricos.
Según un estudio la expansión de los regadíos a nivel global, para así alimentar a la creciente población mundial, parece que está camuflando los efectos del calentamiento global. Muchos de esos regadíos son regados con aguas procedentes de acuíferos. Pero la mayoría de estos acuíferos quedarán agotados por sobreexplotación en las próximas décadas con lo que se producirán dos consecuencias: un aumento de los efectos del cambio climático y una escasez de comida.
Los científicos de todo el mundo están de acuerdo en que la actividad humana ha elevado la temperatura global en 0,7 grados centígrados debido al consumo de combustibles fósiles.
Cuánto se elevará en el futuro dependerá de las emisiones que hagamos en las próximas décadas, pero también de otros factores. Las partículas de aerosol que introducimos en la atmósfera han compensado en parte esto. Los regadíos también han contribuido al enfriamiento, compensando las consecuencias del efecto invernadero.
En cien años los regadíos se han multiplicado por cuatro y ahora cubren una superficie igual a cuatro veces el estado Texas. Este proceso de enfriamiento tiene más impacto en áreas desérticas o semidesérticas. El agua en la superficie se evapora llevándose el calor del suelo y enfría la zona.
Estos autores calculan que este efecto de enfriamiento es pequeño (0,1 grados centígrados) a escala global, pero es muy potente a escala regional, llegando hasta los 3 grados centígrados en algunas regiones de India. El estudio sugiere que incluso este efecto puede que esté alterando el patrón de comportamiento del monzón en Asia.
Según los autores, los modelos previos estaban muy idealizados, pero el suyo es más realista. Este trabajo subraya la importancia de incorporar a los modelos climáticos el efecto de los regadíos.
Científicos de la Universidad de Oregón han determinado a escala fina la estructura genética del primer animal en mostrar respuesta rápida frente al cambio climático: un mosquito (Wyeomyia smithii) de las plantas jarro (Sarracenia purpure). Para ello han utilizado una técnica novedosa denominada RAD (Restriction-site Associated DNA). Según los autores del estudio este resultado demuestra el poder de la Genética a la hora obtener conocimiento de las especies terrestres.
En este caso han podido determinar los mecanismos genéticos subyacentes al cambio climático posterior a la última glaciación de la respuesta de tipo fotoperiodo. Esta respuesta está relacionada con la emigración y reproducción del mosquito. Al parecer la expansión de este mosquito se dio en su día en forma de ola progresiva y no por parches aislados a lo largo de Norteamérica.
La idea es obtener información que nos pueda ayudar a diagnosticar mejor la posible invasión de otro tipos de mosquitos como el portador del dengue, la encefalitis o de la malaria según invadan zonas templadas al aumentar la temperatura global debido al actual cambio climático.
La crisis del colapso de las colmenas hizo preocuparse en gran medida a las personas informadas. Gran parte de nuestra producción agrícola depende de estos pequeños insectos. Sin polinizadores la producción agrícola caería dramáticamente y padeceríamos hambrunas.
Un estudio reciente de la Universidad de Toronto proporciona la primera prueba a largo plazo sobre la tendencia a la baja de todos los polinizadores. Al parecer el culpable es el calentamiento global.
En el caso de las abejas el calentamiento global produce el desacople temporal entre el periodo de floración y el periodo de hibernación de estos insectos.
James Thomson ha tomado datos durante 17 años en las Montañas Rocosas de Colorado. Sostiene que se puede observar una clara disminución de las poblaciones de polinizadores con el paso del tiempo.
Según él esto demostraría que la polinización es vulnerable incluso en ambientes prístinos donde no hay ningún tipo de pesticida o influencia humana directa, pero donde ya se nota el cambio climático.
¿De dónde sale la comida que se come? Pues al parecer gran parte de la misma, directa o indirectamente, proviene de la destrucción de selva tropical. Al menos así se manifiesta en un estudio de expertos de la Universidad de Stanford.
Más del 80% de las nuevas tierras de cultivo creadas entre 1980 y 2000 provienen de bosques vírgenes tropicales. Entre 1980 y 1990 (diez años) se destruyó una extensión de selva virgen equivalente en extensión a la superficie de Alaska. Los datos provienen del análisis de fotos de satélite. Esta política ha arrojado una considerable cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera y tendrá grandes implicaciones para el calentamiento global si se sigue destruyendo selva a este ritmo. Con cada 400 mil hectáreas de bosque destruido se arroja a la atmósfera el mismo carbono que 40 millones de automóviles en un año. El bosque tropical almacena más de 340.000 millones de toneladas de carbono, que es 40 veces las emisiones anuales producidas por todo el consumo de combustibles fósiles.
Los principales culpables no serían las pequeñas explotaciones familiares, sino grandes terratenientes y corporaciones que han reemplazado a los primeros y destruyen inmensas extensiones de selva, principalmente en Brasil e Indonesia.
Contradictoriamente, las zonas dedicadas a la agricultura en zonas no tropicales han disminuido en extensión (¿no podían competir en precios?). La ONU espera que la producción agrícola se doble para el año 2050 por lo que es de esperar más destrucción de selva. El aumento de la demanda de productos agrícolas se debe en gran parte al aumento de la población mundial y al surgimiento de una clase media en China e India. También se debe últimamente a la producción de biocombustibles.
En el caso de Brasil gran parte de la destrucción viene de la producción de pastos para el ganado, que más tarde se convertirán en hamburguesas y similares, así como de la producción de soja.
Según uno de los autores del estudio, el 55% de toda la extensión boscosa que había en este planeta fue completamente destruida entre 1980 y 2000 (veinte años) y un 28% fue degradada.
De esa misma universidad es Eric Lambin, que ha desarrollado diversas técnicas en las que se usan datos de satélite para estudiar problemas medioambientales. En especial es fácil estudiar los problemas de deforestación y de abandono de la tierra agrícola obtenida en esos mismos lugares al cabo de un tiempo, cuando se pierde la fertilidad del suelo.
Así por ejemplo, descubrió que Vietnam no usaba menos madera como sostenía su gobierno, sino más, generalmente importada ilegalmente de los países del entorno.
Los datos por satélite se complementan con encuestas a pie de selva, que revelan la problemática de la población autóctona. La escasez de suelo lleva a la población a cultivar en laderas, destruyendo los árboles que retienen el suelo. Cuando llueve, a veces fuertemente, se pierde ese suelo, además de provocar toda clase de dramas humanos.
Otro tipo de efectos de la deforestación es la sustitución de mosquitos portadores de malaria por mosquitos portadores de dengue, que ya es la principal causa de hospitalización y muerte infantil en Tailandia.
Un muy interesante estudio reciente va a permitir predecir qué especies se extinguirán. El trabajo ha sido muy bien valorado dentro de la comunidad científica y en diversas instituciones, considerándose ya un hito en el campo.
Las principales causas de extinción son la degradación o pérdida de habitas, las especies invasoras, la caza y la contaminación. Pero no es fácil predecir si la población de una especie en peligro de extinción está tan dañada como para que ya esté condenada a la desaparición, incluso aunque queden algunos ejemplares. El número de individuos que queden de una determina población no es un buen indicador. Este nuevo estudio permite sentar las bases de una alarma temprana en el proceso de extinción y así tratar de evitarla antes de que sea tarde.
Según sugiere la teoría, el punto de no retorno hacia la extinción está precedido por una fase de decaimiento crítico descrita matemáticamente y que cumplen diversos tipos de procesos, como los cambios abruptos en el clima que se dieron en el pasado o los ataques epilépticos.
En el caso de las especies en peligro de extinción, esta fase se caracteriza por una recuperación cada vez más lenta después de un pequeño declive provocado por las fluctuaciones que se producen de vez en cuando en la población. El punto de no retorno viene descrito matemáticamente como una bifurcación transcrítica.
John Drake y Blaine Griffen decidieron comprobar si estos signos de alarma se podían ver en la realidad y diseñaron un precioso experimento de laboratorio. Como el tiempo implicado en los procesos de extinción son muy elevados para el caso del rinoceronte negro o del tigre de Bengala, en su experimento usaron una especie de vida corta como la pulga de agua (Daphnia magna). Depositaron estas criaturas en 60 tanques y esperaron a que las poblaciones se estabilizaran en unos pocos meses. Luego simularon la degradación ambiental de parte de esos ambientes, disminuyendo las algas verde-azuladas de las que se alimentaban en 30 de los casos. Esas 30 poblaciones disminuyeron rápidamente. Después de 270 días traspasaron el punto de no retorno, desapareciendo por completo al cumplirse poco más de un año. Las poblaciones de las otras 30 oscilaron en tamaño, pero sobrevivieron.
Estos investigadores analizaron la tendencia según el tamaño de las poblaciones usando herramientas estadísticas. Descubrieron signos de decaimiento crítico en las poblaciones con degradación ambiental, pero no en las otras. El decaimiento crítico duraba unas 8 generaciones antes de cruzar el punto de no retorno hacia la extinción.
Por tanto, este experimento ha proporcionado pruebas experimentales a las señales de alarma que se habían predicho teóricamente con anterioridad. La pregunta que surge es si estos signos de alarma pueden ser detectados entre los datos ecológicos reales fuera del laboratorio, que normalmente son datos muy “ruidosos”.
Un grupo de científicos conservacionistas abogan por un cambio fundamental hacia la conservación de la biodiversidad [15]. En el artículo que han escrito, y que sale publicado en Science, argumentan que, a no ser que la gente reconozca la conexión entre consumo y pérdida de biodiversidad, la vida en la Tierra continuará su declive.
Según Mike Rands la biodiversidad continúa su declive pese a todos los esfuerzos realizados y urge que la gente vea la biodiversidad como un bien común global que proporciona beneficios, como el aire limpio o el agua dulce. Esta visión debe integrarse no sólo en las políticas, sino en la sociedad y en las decisiones individuales del día a día.
Según estos expertos no hay que considerar la biodiversidad de un modo aislado como parte de los planes de una nación, sino que debe extenderse a todos los sectores gubernamentales como un tesoro a defender. Desde el punto de vista internacional sugieren que se apoyen los esfuerzos de conservación del medio de los países en vías de desarrollo.
Según Rands, como los beneficios que recibimos de la biodiversidad son gratuitos los damos por sentados. El costo de conservación de la biodiversidad es mínimo comparado con los beneficios que proporciona o con los costos que acarrea su pérdida. Desde el punto de vista económico mantener la biodiversidad es fundamental.
Abogan por una reunión general de las Naciones Unidas para discutir este problema y así propagar este mensaje tan importante.
Según los autores hay que recompensar las acciones individuales positivas en este aspecto y penalizar las negativas.
En la actualidad las amenazas a la biodiversidad son la destrucción o fragmentación de hábitats, la contaminación, la sobreexplotación de especies, las especies invasoras y el cambio climático. El 21% de las todos los mamíferos, el 30% de todos los anfibios, el 12% de todas las aves y un 25% de todas las plantas están ya en riesgo.
Podríamos mencionar más, como la amenaza bajo la que se encuentran los pingüinos en todo el mundo o que una combinación de agricultura orgánica y tradicional es mejor que cada una de ellas únicamente.
Los resultados son muchos y se dan continuamente, sirvan los expuestos como sólo unos ejemplos, improvisados a raíz de unos comentarios vertidos en este sitio web. Algunos de ellos son realmente interesantes y merece la pena leer las notas de prensa originales para estar mejor informados.
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