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Ecología: una carrera a vida o muerte Imprimir E-Mail
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Publicado por Administrador   
martes, 07 de septiembre de 2010
Vida o muerte Solemos considerar que la acelerada degeneración del medio ambiente vital es debida a la falta de escrúpulos de los dirigentes económicos y políticos cuya alianza facilita a las grandes industrias su política de “tierra quemada” con la impunidad legal que les garantizan los legisladores. Tal cosa es cierta, pero ¿es la única?.

Concebir la Naturaleza como algo separado de nosotros y como una fuente ilimitada de recursos que incluye una capacidad de auto-regeneración igualmente ilimitada,es un error de apreciación mayúsculo que permite ir dilapidando alegremente esos recursos con el hecho gravísimo de que paralelamente se dilapidan en la misma proporción nuestras posibilidades de vida en este Planeta tomado por asalto. Y esto ocurre ante la mirada de seis mil millones de personas de las cuales la inmensa mayoría no se dan por aludidas, por más que sufran las consecuencias del cambio climático con sus catástrofes correspondientes.

¿Quién no está convencido ahora mismo de que en este terreno hemos ido ya demasiado lejos? El exterminio de recursos naturales (y la sangre derramada por su control), la desaparición de especies animales y vegetales (y el desequilibrio fatal de ecosistemas), la contaminación plural (y la consiguiente mala la calidad de nuestras aguas, nuestro aire y nuestros alimentos), la desertización creciente en grandes áreas de la Tierra (entre ellas el sur de Europa) la pérdida de la capacidad protectora de la ozonosfera debido a las roturas de la capa de ozono, los bombardeos de energía sobre la ionosfera con fines militares, la creciente radiactividad en la Tierra por el uso de la energía nuclear y los escapes radiactivos, las explosiones tremendas que sacuden nuestro Planeta por las guerras diarias, el plomo de los carburantes que respiramos a cada instante, el uso alimentario de conservantes autorizados pero cancerígenos, y un largo y apabullante etcétera constituyen un despliegue de agentes con una capacidad destructiva sin precedentes en la historia del Planeta y de sus habitantes. Estamos en el umbral de una muerte anunciada si no somos capaces de reaccionar como humanidad ante semejante amenaza total de la que nadie está al margen.

Existe en el presente una dramática carrera de obstáculos: de una parte, corren juntos el poder militar-industrial-financiero-político, que forman el equipo destructor. De otro, minorías concienciadas miradas con hostilidad por los primeros y con desconfianza por los que debían correr en el mismo equipo y carecen de interés y voluntad por defender su propia vida. El principal obstáculo que nos encontramos no es entonces -por extraño que parezca a primera vista- el conjunto del equipo exterminador, ni sus instituciones represivas, sino algo mucho más peligroso: mayorías planetarias.

La incultura que generan los que dirigen esta civilización agónica en tantos sentidos, es tan brutal que a menudo vivimos olvidados de que formamos parte de la Naturaleza átomo a átomo, célula a célula, molécula a molécula, constituyendo todos los seres que en ella vivimos las fibras indivisibles del infinito tejido del Cosmos, física y espiritualmente hablando. Presos de una falsa cultura programada que tan interesadamente promueve este Sistema destructor basado en la violencia, el derroche y nuestra pasividad como garantía, muchos caemos en la trampa de ser auto-destructores a través de pensamientos negativos y de forma negativa de actuar y extender esa energía hacia el mundo físico o anímico de otros. Insolidarios con nuestra propia constitución física, mental y espiritual, pensamos,sentimos y vivimos sin que estas energías concuerden, derrochándolas así de un modo torpe y descuidado. Como consecuencia de todo ello, contaminamos. Contaminamos hacia dentro y hacia afuera, somos agresivos hacia dentro y hacia el mundo exterior. Por supuesto, solemos ser insolidarios. Por ello nos cuesta tanto oponernos a los que contaminan y a los que agreden y nos cuesta tanto cooperar con los que se oponen a eso. Nuestros pensamientos, colocados en o­ndas negativas y destructoras, con los que arruinamos nuestra salud en todos los sentidos,nos convierten en nuestro peor enemigo, y, en consecuencia, del resto, incluida la Naturaleza. La ley “Como es arriba, es abajo” expresa bien esta relación entre nuestro microcosmos personal y el macrocosmos natural y social.

No hace falta ser muy perspicaz para comprender que en esta lucha por la defensa de la vida en el Planeta -si es que estamos dispuestos- no podemos ni pensar en complicidades estatales ni contar con altruistas mecenas multimillonarios con mala conciencia.

No van a acudir en nuestra ayuda ni los partidos políticos ni las organizaciones sindicales; todos ellos están muy ocupados en mantenerse en sus sillones a la sopa boba de los pueblos que los mantenemos. No van a acudir porque desconocen la palabra altruismo y la necesidad del amor como factor de cohesión social por encima de la letra muerta de sus programas electorales hechos para seducir y ser votados. Estos supuestos representantes del pueblo no reúnen las condiciones para favorecer el desarrollo de una cultura libre, de una individualidad libre, creativa y cooperativa capaz de oponerse a la fuerza destructiva que nos amenaza. Son rehenes de sus patronos. Hablarles a ellos de estas cosas es como hablar con un vampiro sobre el precio de la leche.

Las empresas multinacionales fijan en estos momentos las directrices del mundo y no existe hoy por hoy organización alguna capaz de oponerse a sus planes depredadores. Tienen, como toda especie dañina, una gran capacidad de multiplicarse no sólo en lo externo, que dio lugar a la globalización sino (y esto es lo más peligroso) en los cerebros., en el modo de pensar colectivo. Por su influencia, el mundo se homologa cada vez más y se vaya donde se vaya se tiene la impresión de estar en el mismo lugar, rodeados de los mismos edificios, con las mismas tiendas y las mismas gentes. Con la agonía de la vida en el Planeta asistimos así a la agonía de lo peculiar impulsada por el marketing al servicio del Sistema destructor. Su objetivo final es hacer de nosotros un sujeto receptor, un sujeto pasivo. Y es este componente- LA PASIVIDAD personal convertida en hecho social- la piedra angular que mantiene en pie todo el sistema que nos destruye.

Cuanto se afirma aquí no lo ignoran en absoluto los sociólogos, psicólogos y todos los demás ayudantes de los poderes públicos en ninguno de los terrenos que se ejercen, sino que justamente todos ellos, trabajando en equipo, se proponen generar o potenciar esa línea de conducta pasiva que no permita a la gente tomar el control de sus sociedades, y en su lugar mantenerse sumisos y obedientes. Esta línea de conducta pasiva- como muy bien analizó en su momento Wilhem Reich, se engendra en el caldo de cultivo de la primera sociedad -el hogar- se afirma a través de la escuela, se consolida con la cultura estupidizante de los media,y se concreta en las relaciones personales y laborales.

La mayor parte de los conflictos humanos en esta época surgen de la lucha que se desarrolla en el interior de cada uno entre lo que cada uno es , lo que pretende ser y lo que se pretende que sea. Pero este conflicto es ahora, en este siglo, auténticamente dramático. De un lado corren los destructores, de otro nuestra capacidad de regeneración personal activa y de compromiso con la naturaleza y los otros. Y no es una carrera cualquiera: por vez primera en la historia de la humanidad la pasividad puede hacernos morir a todos.


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