Soberanía y ecología en las puertas del bicentenario |
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lunes, 24 de mayo de 2010 |
La preservación ecológica no es prioridad para el sistema creado por la División Internacional del Trabajo. "La exterminación del quebracho en el Chaco o los perjuicios del sistema intensivo de monocultivo en la Pampa húmeda son claros ejemplos", nos dice nuestro periodista ciudadano, que en este artículo reflexiona sobre los límites entre capital y patrimonio y sobre la vigencia de "convenios arcaicos y esclavistas".
La instalación del proyecto minero Pascua Lama en el noroeste sanjuanino a manos de la empresa canadiense Barric Gold puso en el epicentro político la discusión sobre la soberanía nacional y las incumbencias del Estado, develando las grandes falencias del Gobierno cuando se trata de defender los intereses del pueblo y los recursos naturales no renovables.
Desde el nacimiento de la División Internacional del Trabajo los roles han quedado claramente repartidos como también las prioridades del sistema, dentro de las cuales la preservación ecológica no es una de ellas. La exterminación del quebracho en el Chaco o los perjuicios del sistema intensivo de monocultivo en la Pampa húmeda son claros ejemplos de ese pacto internacional en nuestro territorio.
Pero he aquí –en los albores del nuevo milenio- situaciones de atropello nunca antes conocidas que se suceden: desde la venta indiscriminada de terrenos ricos en agua dulce en la Patagonia, a la imposición de una fuente contaminadora como representa Botnia, debemos sumarle también -lo que quizás sea la peor tragedia ecológica de la historia Argentina- la desintegración de gran parte de la cordillera y de un río que es la base de la vida en una región desértica.
¿Cuál es el límite entre capital y patrimonio? ¿Hasta qué punto el dinero sirve de algo sin un país que lo sustente?
Es menester fortalecer la soberanía nacional y eliminar convenios arcaicos y esclavistas como el Tratado de Integración y Complementación Minera o el Código Minero Argentino; estos resabios de la década menemista no tienen razón de ser en la Argentina del bicentenario.
Nuestro deber como ciudadanos es plantearnos un proyecto de país que persiga la defensa del patrimonio. Juntos tenemos que luchar por una revolución ecológica ya que es la única manera de perpetuarnos en el tiempo y poder crear un futuro.
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