El uso de lámparas de bajo consumo será creciente en los próximos años por dos motivos básicos. Estos modelos necesitan menos energía y duran más tiempo que los convencionales, de manera que el medio ambiente y la economía de los consumidores lo agradecen. Las lámparas de bajo consumo son buenas para el medio ambiente y para los bolsillos. En los próximos años, sustituirán por ley a las que más energía gastan y, en el mercado, cada vez hay más variedad que pone en dudas a los consumidores.
¿Compacta fluorescente o de quemador halógeno? ¿CFL con bulbo o reflectora? ¿Qué vatios hay que elegir para conseguir la misma luminosidad que con las lámparas incandescentes de toda la vida? ¿Cómo se puede lograr que tengan la mayor duración posible? ¿Tienen materiales tóxicos? ¿Qué hay que hacer con ellas cuando se han fundido? Para aclarar estas cuestiones, conviene saber cuáles son los diferentes modelos y cómo reciclarlas cuando se acaba su vida útil.
Diferentes lámparas de bajo consumo
En el mercado se pueden encontrar dos tipos de luminarias ahorradoras: las lámparas compactas fluorescentes (CFL) y las de quemador halógeno. Las CFL se conocen de forma más genérica como de bajo consumo.
Las CFL tienen el mismo principio de funcionamiento que los tubos fluorescentes, pero se fabrican con el equipo de encendido instalado. Gracias a ello, se las puede sustituir por las incandescentes, frente a las que tienen un rendimiento mucho mayor: para una misma potencia consumida, aportan de cinco a diez veces más flujo luminoso. Sus prestaciones han mejorado en los últimos años, pero todavía no han conseguido el brillo de las convencionales y su rapidez de encendido es algo menor.
Las lámparas de quemador halógeno ahorran menos que las CFL, pero con un mismo requerimiento de potencia que las incandescentes (se basan en su sistema) aportan un 30% más de flujo luminoso. Comparadas con las CFL, dan una luz más brillante y su encendido es inmediato.
Si la prioridad es la eficiencia energética, hay que elegir una CFL de clase A y con una vida en horas de funcionamiento lo más larga posible para rentabilizarla. Si la lámpara se va a ubicar en lugares que precisan rapidez de respuesta, un mejor tono y color de luz y un excelente resaltado de los colores, hay que decantarse por las halógenas ahorradoras. La estética es otro elemento que se valora: algunos tipos de lámparas pueden no encajar bien en su lugar de ubicación o desentonar con la luz y el entorno.
Futuro de las lámparas de bajo consumo
El desarrollo de las lámparas de bajo consumo en los próximos años irá por varios caminos. Por un lado, los fabricantes trabajan para ampliar la gama de las CFL y sustituir a las incandescentes con garantías, en especial en ambientes de interior, y para mejorar las posibilidades de las halógenas ahorradoras donde el tono de luz sea determinante.
Por otro lado, y con miras hacia el futuro inmediato, el LED (diodos luminiscentes) será determinante gracias a su menor consumo y mayor duración (unas 50.000 horas). En los últimos años se han mejorado de manera notable sus prestaciones y ya se las empieza a ver en algunos lugares, como los semáforos.
Precios, intensidades y modelos variables
El mercado dispone en la actualidad de una gran variedad de modelos con características y precios muy diversos. Frente a una lámpara incandescente, una halógena cuesta de dos a tres veces más y una fluorescente compacta, entre cinco y diez veces más. Las formas,potencias, tipos, niveles de calidad, etc. tienen una importancia determinante en el precio final. Como consejo general para lograr los mejores resultados, merece la pena decantarse por marcas conocidas.
La luminosidad es un elemento básico que se debe indicar en el envase de la lámpara. En el caso de las CFL, los fabricantes destacan los vatios (W) de potencia en comparación con una lámpara incandescente. Una CFL de 11-12 W daría una luz equivalente a una convencional de 60 W.
Sin embargo, estas cifras no son muy reales según diversos informes. La Comisión Europea recomienda dividir entre cuatro el número de vatios de una CFL con respecto a una incandescente. Si se quiere sustituir una convencional de 60 W, lo mejor sería elegir una CFL de 15 W.
El Lighting Research Center de Estados Unidos, una institución universitaria especializada en la investigación de la iluminación, es incluso más exigente. Sus responsables aseguran que lo más objetivo es dividir entre tres: una incandescente de 60 W tendría su equivalente en una CFL de 20 W. Para evitar esta confusión, se espera que la nueva normativa obligue a los fabricantes a que indiquen las equivalencias en lumens, una unidad de medida que señala la potencia luminosa percibida.
La vida útil de estas lámparas también oscila. Se estima que duran unas 10.000 horas, varias veces más que las incandescentes, pero en este caso también depende de la calidad, las marcas o el uso. Los ambientes húmedos y calurosos perjudican a las lámparas CFL: apagarlas y encenderlas cada 15 minutos disminuye en más de la mitad su duración prevista.
En cuanto a los modelos de CFL, han evolucionado y mejorado en los últimos años. Al principio solo daban una luz similar a las fluorescentes (blanco azulado), que no resultaba apropiada si se buscaba ambientes más cálidos. Pero ahora también hay unidades CFL con una luz más amarilla, e incluso de otros colores. Además, se fabrican diversos modelos que se ajustan a distintos tipos de necesidades:
● Con bulbo: simulan la apariencia de las lámparas incandescentes convencionales, así que son una buena opción si se quiere conservar la misma estética. ● Espiral: fueron de las primeras en salir al mercado y, por ello, son más frecuentes en distintos espacios, aunque resultan algo aparatosas. ● Globo: una buena elección para ambientes de interior, ya que, a pesar de sobresalir de la tulipa o de la pantalla de las lámparas, no desentonan. ● Lineal: su forma alargada es más adecuada para cocinas o lugares como garajes o patios. ● Reflectora: dirigen el haz luminoso, de manera que son idóneas para lámparas verticales y cuando se busca un tipo de iluminación incidental o hacia el techo.
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