Naturalista, colaborador habitual en diversos medios de comunicación y autor de una quincena de libros. José Luis Gallego (Barcelona, 1964) es uno de los grandes divulgadores del medio ambiente en España. Su última obra, "Ecología para no ecologistas", ofrece sencillos consejos que los consumidores pueden poner en práctica en su vida cotidiana para mejorar el medio ambiente y ahorrar dinero. Gallego cree que todavía hay tiempo de salvar el planeta. Decisiones como comprar productos respetuosos con el medio ambiente, utilizar bombillas de bajo consumo, sistemas de ahorro de agua o el transporte público son esenciales.
¿Por qué cree que un "no ecologista" va a leer su último libro?
El triunfo del ecologismo consiste en que una persona que no se define como ecologista actúe como tal. Y somos muchos quienes actuamos como ecologistas anónimos sin hacer ninguna ostentación de ello. A esa gran multitud silenciosa de ciudadanos a favor del medio ambiente va dirigido el libro.
En su obra considera esenciales a los consumidores en la protección del medio ambiente. ¿Qué pueden hacer?
Practicar un consumo mucho más responsable. Tener en cuenta los valores relacionados con el medio ambiente en la decisión de compra. No digo si deben ir por delante de la calidad del producto, el precio o la confianza de la marca. Pero cada vez nos debemos preguntar más por el impacto ambiental del producto que vamos a adquirir: el envasado, las emisiones asociadas a su transporte, la gestión del residuo, etc.
¿Cómo puede saber un consumidor esa información para actuar en consecuencia?
A menudo, la información se expresa en el propio envasado. Si elegimos cuatro minibricks de 250 ml en lugar de uno de litro, multiplicamos los residuos a pesar de que compramos la misma mercancía. Ocurre igual si en lugar de adquirir una botella de 1'5 l, escogemos seis de 250 ml. De igual modo, hay que poner en valor las etiquetas ecológicas, que todavía no "cotizan" entre los consumidores al escoger un producto.
¿Por qué no se asumen estos cambios si son buenos para la economía doméstica y para la naturaleza?
Porque no hemos socializado los beneficios del consumo responsable con el medio ambiente. Se han realizado campañas de divulgación muy interesantes en otros ámbitos del consumo, pero no se ha explicado a la gente que, al comprar, puede actuar también a favor del medio ambiente y en contra del cambio climático.
Usted defiende la denominada "Ecología Doméstica". ¿En qué consiste?
Es un amplio catálogo de acciones individuales y cotidianas que podemos realizar a diario, en casa, en el trabajo, en la calle o en la escuela, para echarle una mano al planeta. Los pequeños cambios no sólo son poderosos, sino también indispensables.
¿Podría destacar algunas de esas acciones?
Gestos simples como cambiar una bombilla incandescente por otra de bajo consumo, instalar un aireador en la boca del grifo para reducir el consumo hasta la mitad con la misma sensación de caudal. Organizarse en casa para poner cada residuo en su lugar. Comprar una tarjeta multiviaje y comprobar que el transporte público no sólo es cómodo y ecológico, sino también mucho más barato. Y así un sinfín de pequeños actos cotidianos.
La Unión Europea ha expedientado a España por la degradación de las Tablas de Daimiel. ¿Es un caso puntual o la punta del iceberg de un problema generalizado?
Las Tablas de Daimiel es uno de nuestros 14 espacios naturales más sagrados, que conforman la Red de Parques Nacionales. Si hemos sido capaces de convertir este bellísimo aguazal en una tierra sedienta que se quema por dentro, podemos echar cuentas de qué le espera al resto de nuestras zonas húmedas. Desde hace demasiado tiempo, entendemos el agua como recurso, como ese líquido que circula por las cañerías para abastecernos. Y el agua es mucho más. El agua es vida, es entorno, es biodiversidad, es paisaje. Mucho antes que por cualquier otra causa, nuestros aguazales están amenazados por ese concepto mercantilista que tenemos del agua.
Deduzco de sus palabras que sólo es cuestión de tiempo que se produzcan más incidentes como el de las Tablas de Daimiel en otros espacios naturales españoles.
Las zonas húmedas van a sufrir en los próximos años. Sólo hay que leerse las previsiones para el sur de Europa del Panel de expertos de Naciones Unidas para el cambio climático (IPCC): lloverá menos, lo hará de forma mucho más irregular y aumentará la temperatura media. Sequía y altas temperaturas. Eso es incompatible con Doñana, Delta del Ebro, Santoña, Villafáfila, Gallocanta, Ruidera, Santa Pola y el resto de nuestros aguazales.
¿Cómo deberían solucionarse los principales problemas medioambientales de España?
Mediante la reducción y, en todo caso, la gestión correcta de nuestros residuos, basada en la recogida selectiva. El avance hacia un consumo mucho más razonado del agua, una nueva cultura que nos permita adaptarnos a la realidad hidrológica hacia la que avanzamos, con períodos de sequía que serán cada vez más largos y rigurosos. Hacer un uso más eficiente de la energía. Cambiar de movilidad hacia un modelo más sostenible: invertir más y mejor en las ofertas de transporte público, para que vivir sin coche no sea una auténtica heroicidad. Y muchos otros dilemas.
La ampliación de las ayudas para la compra de vehículos no parece una medida que ayude a ese modelo de movilidad sostenible.
Tal y como se han planteado no. En Cataluña, el Gobierno autónomo no sólo no ha gravado a los vehículos que superan los 200 gr/km de dióxido de carbono (CO2), sino que los ha primado. Deberíamos entender de una vez que, tal y como están las cosas, el éxito de nuestra economía no puede basarse en indicadores como la venta de vehículos. Aunque demasiado tarde, los fabricantes de automóviles reaccionan. Mientras renuevan sus flotas y apuestan por la tecnología híbrida y el motor eléctrico, el aumento en la venta de vehículos es una mala noticia para el planeta. Es decir, para todos.
Ya hay quien cree que la Cumbre de Copenhague, considerada la sucesora de Tokio, no servirá de nada. ¿Qué piensa usted?
Yo creo en el ser humano. Me cuesta aceptar que el animal elegido por la evolución para dotarle del privilegio de la razón no haga uso de ella en un momento tan importante para nuestra especie. Copenhague va a poner a prueba la capacidad de reacción de nuestra sociedad para avanzar hacia el futuro. Quienes tenemos ya una cierta edad sabemos que nos quedan pocas opciones para evitar pasar a la historia como la generación que malbarató el futuro. Vamos a esperar, pero yo he decidido instalarme en el optimismo.
La recogida de residuos y el reciclaje están cada vez más extendidos. ¿Multar a la gente que lo hace mal es una buena solución?
No. El medio ambiente con palo no entra. Antes que multar hay que educar, promover, concienciar, seducir. No podemos poner un guardia debajo de cada fregadero ni al lado de cada contenedor para comprobar si la gente clasifica sus residuos. Hay que promover la cultura de la reducción y el reciclaje. Los medios de comunicación son una de las mejores herramientas para ello.
Sin embargo, un estudio reciente del profesor Pablo Francescutti, de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), señala que las noticias sobre medio ambiente suelen ser catastrofistas. ¿Se ofrece una visión exagerada?
No es cierto que se dé una visión catastrofista, sino que los medios sólo recogen las noticias relacionadas con el medio ambiente cuando pueden dar pie a un titular. Estos asuntos van mejor de lo que parece. Los avances son lentos, sin duda, pero se producen. Podríamos dar una veintena de titulares que reafirmarían esta opinión, pero ninguno abriría un informativo. Por eso cunde el desánimo entre los ciudadanos cuando se habla de cuestiones ambientales.
La ornitología es otra de sus grandes pasiones. ¿Se hace lo suficiente para conservar a las aves en España?
La multiplicación de espacios naturales protegidos en los últimos años ha dado sus frutos (parques nacionales y naturales, ZEPA, LIC, Natura 2000, etc.). Y las directivas comunitarias al respecto, todavía más. Las aves son un excelente bioindicador de la calidad ambiental de nuestros ecosistemas y la mayoría de las poblaciones, incluso las especies amenazadas en el pasado, se han recuperado gracias a ello. Ahora toca defender esos rangos de protección que tanto ha costado alcanzar y perseverar en la conservación de las diferentes especies y sus hábitats. Hay algunas amenazas de retroceso, pero ahí la UE permanece vigilante.
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