El mar de Aral fue alguna vez el cuarto cuerpo de agua dulce más grande del mundo, cubriendo un área del tamaño de Irlanda, hasta que las naciones que lo circundan se sumaron a la Unión Soviética. Con su pasión por la economía planificada y por los proyectos gigantescos que acababan con la naturaleza, los comunistas desviaron los ríos que alimentaban este lago endorreico, o mar interior, y los usaron para irrigar los inmensos campos de algodón.
Como resultado el Aral se encogió en un 90 por ciento y se convirtió en una serie de lagos aislados.
Aralsk era un puerto que terminaba 100 kilómetros tierra adentro de las márgenes primigenias del gran espejo de agua, ahora en medio de la nada.
Pero un dique construido por el Banco Mundial y el gobierno kazajo está resucitando lentamente una pequeña parte del mar de Aral, reavivando la industria pesquera y trayendo esperanza a una área que algunos creían que simplemente se secaría y se desvanecería con los vientos feroces y salados.
El nivel del agua está subiendo poco a poco y ya ha avanzado tierra adentro, a unos 25 kilómetros de Aralsk, y el Banco Mundial espera que el agua alcance el puerto abandonado en unos seis años.
Calamidad medioambiental Hasta hace poco, ese sitio donde hace décadas hubo una fuerte industria pesquera era un desierto artificial al borde de ninguna parte y representó una de las peores calamidades medioambientales del mundo.
Ahora que el agua dulce está regresando, parece proclamarse un milagro medioambiental: el retorno del mar de Aral.
Después de que el mar empezó a secarse en la década de 1960, los poblados ribereños se marchitaron a medida que las personas emigraban a las ciudades en busca de trabajo.
La región circundante se volvió un chamuscado cuenco polvoriento. La pesca, una de las pocas fuentes de empleo firme, se derrumbó.
Uno de los residentes de Akespe, Badarkhan Prikeyev, ahora de 49 años, intentó mantener los negocios a flote administrando una cadena de minitiendas, pero falló y trató de pescar, sólo para encontrar que los peces estaban desapareciendo.
La tierra se volvió un desierto, un horno durante el día y helada durante la noche. La sal en el lecho marino expuesto voló con el viento tierra adentro, trayendo enfermedades respiratorias a los habitantes de Kazajistán y Uzbekistán.
El proceso de sequía dañó seriamente la vida vegetal y animal, creando grandes tormentas de polvo y sal que pueden viajar 500 kilómetros, según precisó Philip Micklin, un profesor de geografía en la Universidad de Michigan Occidental que ha estudiado el mar de Aral desde hace años.
A cambio, hubo una bonanza del algodón para proveer los mercados de la entonces Unión Soviética, así como de Cuba y los países comunistas de Europa. Pero, los pescadores pagaron un elevado precio.
A mediados de la década de 1970, las capturas en el mar de Aral cayeron más de tres cuartas partes frente a las 40.000 toneladas antes de que el lago se redujera de manera drástica. Al final, la pesca a nivel industrial cesó totalmente.
La pieza central del proyecto de salvación del mar de Aral es el dique de concreto de Kokaral. Es una estructura que tiene una apariencia poco notable, que puede cruzarse en menos de un minuto, pero su impacto ha sido drástico.
El creciente nivel del agua ha enfriado el tiempo de manera notoria y ha bajado la salinidad suficientemente como para que los peces de agua dulce puedan volver a vivir allí.
Según el Banco Mundial, la captura de peces de agua dulce alcanzó alrededor de 2.000 toneladas en 2007, frente a las apenas 52 toneladas en 2004. Por primera vez en años, muchos kazajos que viven cerca del mar de Aral sienten que tienen un futuro.
“Mi padre creció en un poblado pesquero y pescar fue todo lo que hizo en su vida”, dijo Prikeyev, que ahora supervisa un equipo de más de 100 pescadores y otros más durante la temporada alta de verano.
En algunas áreas, el agua ya está tocando las estructuras abandonadas de las naves que se quedaron varadas profundamente en el interior del lago, subrayando el aura fantasmal y surrealista del paisaje.
“Finalmente hay esperanza y una vida por hacer aquí”, dijo Prikeyev mientras esperaba el regreso de sus pescadores al poblado de Akespe, 90 kilómetros el oeste de Aralsk. “Hay trabajo disponible para quien lo quiera”.
Barcas repletas de peces Este verano sus barcas volvieron repletas con cargas de peces esox y carpas.
El milagro es pequeño comparado con el daño que probablemente nunca podrá deshacerse. Uzbekistán ha elegido continuar con la lucrativa industria del algodón y explorar en busca de petróleo y gas bajo el lecho marino expuesto. Kazajistán ha decidido tratar de revertir el daño ecológico.
Uzbekistán, que controla tres cuartas partes del mar de Aral, se dio por vencida. El rescate ha pasado a la porción que le corresponde a Kazajistán y avanza poco a poco.
La esperanza está volviendo con las aguas. Alexandre Danchenko, un trabajador jubilado lo siente en el clima.
“Cuando no había mar, aquí se sentía como si estuviésemos en medio de una cacerola de freír, en medio del desierto”, dijo. “Ahora que (el mar) está volviendo, a veces puede sentirse una brisa agradable, fresca, que viene del sur”.
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