La sequía que afecta a buena parte del país, pero sobre todo al sur de la provincia de Buenos Aires, no se precipitó por sorpresa. Se trata de un fenómeno que viene sucediendo en silencio y sin interrupciones desde hace por lo menos cinco años y que en los últimos cuatro meses ingresó en una fase de catástrofe natural –y por lo tanto en los medios informativos–.
La foto que acompaña esta nota no se tomó esta semana, sino a principios de año, cuando el clima ya había modificado el aspecto tradicional del campo en las afueras de Carmen de Patagones para convertirlo en otra cosa: en un desierto cálido y polvoroso parecido al Sahara, con fuertes vientos y tormentas de arena –producto de la erosión de los suelos– a cada momento.
Así lo explican los técnicos del INTA –“es igual al Sahara”, dicen– que siguieron el caso en soledad. La imagen es parte de un trabajo realizado por los ingenieros de la estación experimental Ascabusi, sobre la ruta nacional 3. Fue hecha con tecnología provista por la NASA y habla por sí sola. Donde había suelos tiernos y nutridos, debido a un proceso de degradación disparado por el mal uso de los suelos y las alteraciones climáticas del fenómeno del Niño, ahora hay arena. Médanos que lo cubren todo y que convierten a alambrados, yuyos y guardaganados en los objetos decorativos de un paraje fantasma.
“Detectamos que se produjeron focos de erosión en el suelo –dice Alberto Perlo, titular del INTA Ascabusi– y que los fuertes vientos, de hasta 70 kilómetros por hora, permitieron la acumulación de arena. Ahora toda esa área es una zona de médanos que parece el desierto”. Perlo no es optimista. “Esto va a seguir porque no llueve –explica–. A comienzos de los años 60 hubo una sequía muy grave, pero puede decirse que ésta la ha superado”.
Los productores agropecuarios hablan con resignación y asumen que contra los caprichos del clima no se puede hacer demasiado. El ingeniero agrónomo Gerardo Salvatori indaga en las razones de la catástrofe ambiental. “Llovió menos de la mitad de lo que llueve históricamente y los fuertes vientos hicieron que todo se seque más rápido”, dice, y se pregunta. “¿Qué vamos a hacer cuando vuelva la bonanza? ¿Vamos a seguir como si nada hubiera ocurrido o esperaremos hasta la próxima?”.
Perlo agrega: “El fenómeno de la sequía por sí solo no es tan grave, pero se complica cuando se combina con los vientos, que producen focos de erosión eólica. La sobreexplotación de los suelos también tiene que ver con esto. Como cada vez hay menos suelo bueno, cada vez se explota más”.
El resultado –dice– está a la vista: una sequía que lleva cinco años. “La NASA ha publicado esas tomas en una página web dedicada a daños graves en el ecosistema. La situación es muy grave”, concluye, y ruega por la lluvia, que aún no vislumbra. Esta semana, mientras tanto, comienza en la ciudad de Trelew un congreso nacional sobre agua, con especialistas mundiales.
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