 Mahuayani,
Perú - Hace poco, en una noche de luna resplandeciente, en lo alto de
los Andes peruanos, cerca de 200 hombres vestidos con capas de piel y
máscaras de lana subieron a un glaciar de cuyos hielos se dice que
tienen poderes mágicos.
Antes, estos hombres, llamados ukukus (oso en
quechua), cortaban y arrastraban grandes bloques de hielo para
compartirlos con familiares, amigos y el ganado como parte de un
peregrinaje católico anual que se conoce como el Señor de Qoyllur Rit’i
que por lo general atrae a unos 40.000 peregrinos a una altura de 4.876
metros sobre el nivel del mar.
En estos tiempos, cortar el hielo es prácticamente un tabú. "Antes
acostumbrábamos a llevarnos el hielo, pero ahora está prohibido", dijo
Darwin Apaza Año, un ukuku de cara ancha de la provincia de Anta.
Los hombres-osos dicen que su glaciar sagrado está desapareciendo. En
dos décadas, su borde ha retrocedido 182 metros a lo largo de la
pedregosa cuesta que conduce a la iglesia que está en lo hondo del
valle, según los habitantes del lugar. Incluso en comparación con el
año pasado, el glaciar es visiblemente más pequeño.
Se trata de algo inquietante para los nativos, que aún adoran las
nevadas montañas como diosas o Apus. Los hombres-osos afirman que, en
un gesto deferencia hacia los Apus que habitan allí, es que han
decidido no llevarse más bloques de hielo.
Aunque pocos en esta remota montaña son conscientes de ello, la
desaparición de este rito andino es probablemente el resultado del
calentamiento global. Las Naciones Unidas dicen que el aumento de las
temperaturas está provocando que los glaciares se reduzcan en todo el
mundo, viéndose los efectos más pronunciados en zonas heladas
relativamente raras en países como Perú, que se encuentran en en el
trópico.
Un estudio hecho por el gobierno peruano en 1997 determinó que los
glaciares del país se han reducido en cerca de un cuarto en 30 años. La
Comisión Nacional del Cambio Climático pronostica ahora que Perú podría
perder todos los glaciares por debajo del nivel de los 5500 metros en
los próximos 10 años. Asimismo, en los próximos 40 años, todos podrían
haber desaparecido.
Las implicaciones cosmologicas de la desaparición de la nieve resultan
claras para la gente del lugar. Según un mito local, cuando la nieve
desaparezca de las montañas, esto será señal de que se acerca el fin
del mundo.
"Eso es lo que dicen los campesinos. Pero yo también lo creo", dice
Ramón Salizar Flores, dueño de una tienda en la ciudad sureña de Cuzco,
quien hizo su último viaje de 10 horas a Qoyllur Rit’i hace seis años.
Qoyllur Rit’i, que significa "nieve resplandeciente" en quechua,
probablemente comenzó hace cientos de años como un rito a los Apus,
dice Jean-Jacques Decoster, quien enseña historia precolonial en la
Universidad de Cuzco, ubicada en la que antaño fue la capital del
Imperio Inca. Después, en 1780 según la tradición, Jesucristo se
apareció en el valle disfrazado como un niñito rubio.
"Cuando a los españoles le resultó difícil convertir a la población,
inventaron un milagro", dice Enrique Vera Farfan, guía turístico que
también es bailarín en una de las docenas de grupos que desfilan sin
cesar alrededor de la base de la montaña, acompañado por ruidosas
bandas.
Los ukukus comenzaron a preocuparse por el hielo en 1993, dice Carlos
Flores Lizana, ex sacerdote jesuita que dirigía el santuario de Qoyllur
Rit’i en ese entonces. A los místicos hombres-osos, que se consideran
guardianes de la nieve, comenzó a preocuparles que llevarse el hielo
podría estar provocando el retroceso de las nieves. "Tenían la cuestión
ecológica en mente", dice Flores. "No querían que el glaciar se
destruyera más."
Cerca de las dos de la mañana del último martes de mayo, una procesión
subió a uno de los glaciares. Mientras se apretaban unos contra otros
para protegerse del frío y bajo una ondeante bandera peruana, un
caporal, o capitán ukukus, explicó a gritos las reglas desde un podio
tallado en la nieve e iluminado con velas. El hielo tenía peligrosas
quebraduras, así que este año sólo una docena de ukukus podrían subir
al glaciar de una vez.
Pese a lo que sucede a los glaciares, el festival se ha expandido
substancialmente en los últimos años, atrayendo a turistas extranjeros
y muchos más peruanos desde ciudades como Cuzco y Lima. Esto representa
una oportunidad de hacer negocios para cientos de vendedores que
ofrecen huevos con arroz, ruanas de alpaca y dientes de metal
decorativos.
"Este podría ser el segundo Machu Picchu si la nieve no se va", dice
Cleto Orccon Huamán, un fotógrafo que toma polaroids de los peregrinos
por US$ 1,25.
A algunos peregrinos no les gusta el comercialismo. Hace poco se
expulsó a los vendedores de frente al santuario, pero aún colman el
camino polvoriento que conduce al sitio del peregrinaje. Hace dos años,
varios miembros de la hermandad del santuario fueron expulsados por
robar limosnas.
Vera dice que no le sorprende que la nieve desaparezca. "Es porque Apu se está yendo. Se está mudando lejos de aquí."
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