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pasado 22 de mayo, el diario The Independent informó sobre un estudio
secreto de Monsanto que mostraba que un grupo de ratas alimentadas con
maíz transgénico de esa multinacional sufrió cambios en órganos
internos y en la sangre. En México, la Secretaría de Salud (Ssa) aprobó
este maíz para consumo humano desde 2003.
El estudio revelado da cuenta de un experimento que compara los efectos
en dos grupos de ratas: unas alimentadas durante 13 semanas con una
dieta alta en maíz Mon 863 (un tipo Bt) y otras con el grano
convencional. El informe de mil 139 páginas muestra que los roedores
que comieron el producto transgénico sufrieron anormalidades en los
riñones y en la composición sanguínea, padecimientos ajenos a los otros
animales sujetos a experimentación.
Debido a las repercusiones en importantes diarios de Europa y muchos
otros en el mundo (la noticia salió, por ejemplo, en la portada de
Folha de Sao Paulo, uno de los principales diarios de Brasil), Monsanto
dijo que haría público el informe. Pero sólo han circulado boletines de
prensa y un resumen de 11 páginas de dicho documento. El resto, según
la firma, "contiene información empresarial confidencial que podría ser
utilizada por la competencia".
En México, quizá porque no es un tema relevante -solamente es el centro
de origen del maíz y la población consume este grano de forma masiva- o
quizá porque hay demasiadas ratas o demasiados amigo$ de Monsanto, la
noticia fue ignorada por las autoridades y escasamente difundida por
los medios.
Sin embargo, varios especialistas consultados por el diario británico
coinciden en que los datos son alarmantes, ya que los cambios en la
sangre podrían indicar que ha habido daños al sistema inmunológico u
otros desórdenes, tales como tumores en crecimiento. Michael Antoniu,
experto en genética molecular de Guy's Hospital Medical School, declaró
que los hallazgos descritos en el resumen son "altamente preocupantes
desde el punto de vista médico", y afirmó estar "impresionado por la
cantidad de diferencias significativas que encontraron" en el
experimento.
Para Monsanto, en cambio, los cambios registrados son "insignificantes"
y deben ser atribuidos a "variaciones normales entre ratas". Además,
alega, el maíz Mon 863 ha sido aprobado en varios países, y agrega
cínicamente que "si cualquier crítico de la biotecnología tuviera dudas
sobre la credibilidad de los estudios, debería haberlas expresado a los
reguladores".
México es uno de los países a los que se refiere Monsanto. La Comisión
Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) de la
Ssa aprobó la liberación del Mon 863 al consumo humano desde el 7 de
octubre de 2003. Al año siguiente, Greenpeace denunció que la instancia
gubernamental citada no hace evaluaciones científicas propias, sino que
se basa en las que le entregan las empresas productoras de
transgénicos. Si la Cofepris tuvo acceso al estudio de la empresa,
¿cuáles fueron sus conclusiones y en qué las basó? ¿O sencillamente le
bastó la interpretación de la trasnacional de que las anormalidades
reportadas son problemas de las propias ratas?
Monsanto arguye que el evento Mon 863 fue analizado por la Agencia de
Seguridad Alimenticia Europea (EFSA); que ésta conoce la totalidad del
informe y lo recomendó a la Comisión Europea (que no aprobó el Mon
863). Lo que la firma no cuenta es que dicha agencia contrató primero
al doctor Arpad Pusztai, reconocido experto en genética molecular y en
este tipo de experimentos, haciéndolo firmar una declaración de
confidencialidad, que aquél signó pensando en que su texto sería luego
publicado por la agencia. Pusztai encontró "una lista inmensa de
diferencias significativas" entre los dos grupos de roedores, además de
hacer críticas severas a la metodología y las conclusiones del estudio
de la empresa.
A la EFSA no le gustó el Informe Pusztai, que coincidía con el de otros
expertos europeos que habían obtenido antes una versión censurada del
texto, como Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen. Para este
y otros de sus colegas, el Mon 863 podría tener efectos nocivos y no
debería llegar nunca a la cadena alimentaria. La agencia, empero,
descartó esta alerta y buscó en su lugar a "científicos" que
coincidieran con Monsanto. Luego publicó una recomendación favorable.
Al parecer, ser científico independiente de las multinacionales,
población preocupada por su salud, campesinos que quieren que su maíz
no se contamine con elementos tóxicos y millones de otros ciudadanos
que decimos no a los transgénicos por estas y muchas más razones, no
son elementos que deban tenerse en cuenta para la EFSA, la Ssa o los
legisladores que votaron la mal llamada Ley de Bioseguridad. Con
Monsanto les alcanza.
Silvia Ribeiro - Investigadora del Grupo ETC
Fuente: La Jornada
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La vida humana vale más que una empresa Escrito por Invitado el 2005-06-17 18:38:57 El tema está bueno y debería de llamarnos a reflexión para tomar conciencia sobre el verdadero valor de la vida humana y premiar a las empresas que la valoran, además de ser implacables con las que la agreden. Necesitamos más casos. Lima - Perú | |