Fertilizar los océanos con hierro, bombear azufre en la estratosfera, instalar espejos gigantes entre la Tierra y el Sol, crear nubes con sal marina, fabricar árboles artificiales... Son algunas de las propuestas de la "Geoingeniería", un grupo de tecnologías para actuar a gran escala sobre el clima y los fenómenos atmosféricos. El calentamiento global o los desastres naturales podrían controlarse a voluntad, según sus defensores. Sin embargo, diversos expertos dudan de la viabilidad de estos sistemas y subrayan las posibles consecuencias negativas que podría entrañar su uso.
Bill Gates no se ha cruzado de brazos tras su marcha de Microsoft. Trabaja en proyectos humanitarios en la fundación creada junto a su mujer y tiene tiempo para diseñar un sistema que pretende mitigar, o incluso detener, a los huracanes. La idea consistiría en utilizar grandes flotas de buques que mezclarían el agua caliente de la superficie de los océanos con el líquido más frío de las profundidades.
Hace unos años, propuestas como la de Bill Gates eran parte de la ciencia marginal. Hoy en día, reunidas bajo la denominada Geoingeniería, cobran un interés cada vez mayor. Sus defensores creen en la máxima que defiende grandes soluciones para grandes problemas. Los huracanes o el calentamiento global son retos enormes. El punto de inflexión se produjo en 2006, tras un ensayo de Paul J. Crutzen, premio Nobel por sus investigaciones sobre la incidencia del ozono en la atmósfera.
Además del creador de Microsoft, otros nombres propios reconocidos han dejado patente su interés por la Geoingeniería. El físico y asesor científico del Gobierno de EE.UU., John Holdren, o Bjorn Lomborg, autor de "El ecologista escéptico", han declarado que podría ser una medida para considerar en la detención del aumento de las temperaturas.
Algunos métodos ya han sido llevados a la práctica. Hace dos años, un experimento indo-alemán, denominado proyecto Lohafex, depositó varias toneladas de hierro en el Atlántico Sur. La idea era alimentar el plancton del fondo marino para que absorbiera dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Tras su muerte, este plancton reposaría bajo el mar y atraparía el CO2. De forma similar, otros investigadores proponen incrementar la capacidad de los océanos de absorber CO2 mediante la diseminación de carbonato cálcico (materiales calizos) o incluso gracias a la capacidad de las medusas para atrapar el CO2. Otra posibilidad ya probada, esta vez sin intervención humana, es la inyección de partículas en suspensión a la parte alta de la atmósfera para enfriar el planeta. En 1991, la erupción del volcán Pinatubo arrojó 15.000 toneladas de dióxido de azufre a la estratosfera. Tras propagarse por todo el mundo, formó una nube de partículas durante 15 meses que reflejó una proporción significativa de rayos solares. La temperatura global descendió medio grado centígrado.
Algunos científicos creen que este fenómeno podría imitarse de varias maneras. James Lovelock, famoso por su teoría Gaia, sugiere llenar con azufre los depósitos de combustible de los aviones comerciales para que lo expulsen durante su vuelo. Otros sostienen que el lanzamiento de cohetes de azufre a la estratosfera sería más eficaz.
Críticas a la Geoingeniería La Sociedad Americana de Meteorología (AMS en sus siglas en inglés) ha afirmado en un comunicado que la Geoingeniería podría contribuir a frenar el cambio climático. Sin embargo, subraya que debe considerarse con cautela, ya que manipular el sistema atmosférico podría acarrear consecuencias adversas e imprevisibles. Los responsables de la AMS reclaman más investigaciones para conocer los beneficios y los riesgos de estos sistemas.
Otros expertos se han mostrado más reacios a algunas de las propuestas de Geoingeniería. La idea de fertilizar el mar podría traer consecuencias muy negativas para los océanos. Ricardo Aguilar, de la organización Oceana, señala que afectaría todavía más al precario equilibrio de los ecosistemas. Recuerda que el mar es más complejo de lo que parece, como quedó en evidencia tras el fracaso del proyecto Lohafex. A pesar de ello, y de infringir la Convención de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, cuya moratoria prohíbe la fertilización oceánica, sus responsables aseguran que lo volverán a intentar.
La idea de reflejar parte de la luz con aerosoles encuentra también varios inconvenientes. El Grupo ETC, una ONG canadiense que analiza la Geoingeniería desde 2006, advierte de que estas partículas contaminarían la atmósfera y que, una vez puesto en marcha el proceso, ya no se podría detener. Las consecuencias podrían ser muy graves, según esta organización y otros científicos anti-geoingeniería: la desaparición de la capa de ozono, el aumento de la sequía, la disminución de las cosechas, la acidificación de los océanos o diversos daños a la salud humana. Otros expertos señalan que al recibir menos radiación, la producción de energía solar descendería.
Los defensores de estos sistemas aseguran que estos problemas se podrían evitar. Las partículas se dispersarían por encima de la capa de ozono o en zonas puntuales, como las regiones polares, cuyo calentamiento es más pronunciado.
El coste de estos sistemas también juega en su contra, según los críticos. En realidad, nadie sabe al detalle cuánto valdría llevarlos a la práctica. Mientras algunos expertos aseguran que serían más baratos que las actuales medidas de reducción del CO2, otros sostienen que los gastos serían tan elevados que no podrían realizarse.
Las consecuencias éticas se señalan como riesgos añadidos. La complejidad y elevado coste de las tecnologías de Geoingeniería dejaría en manos de unos pocos países la capacidad de alterar el clima y los fenómenos atmosféricos. Los expertos recuerdan que son sistemas interconectados y globales, de manera que un posible beneficio en una zona del planeta podría ser perjudicial en otra. Si EE.UU. decidiera reducir las lluvias en sus dominios, podría generar fuertes sequías en Asia. Por ello, las decisiones deberían aprobarse por todos los países del mundo, algo impensable hoy por hoy.
Los expertos contrarios a la Geoingeniería destacan también que podrían dar la falsa sensación de haber resuelto el problema del cambio climático. Los responsables gubernamentales eliminarían los incentivos para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y la dependencia hacia los combustibles fósiles podría alargarse. Las energías renovables saldrían también perjudicadas. Una vez pasado el tiempo, las condiciones que provocan el cambio climático se habrían acentuado, maquilladas por estas tecnologías.
Propuestas de baja tecnología y de ciencia ficción La Geoingeniería puede consistir en soluciones "de baja tecnología", como el aumento de la población de árboles o el polémico uso extensivo del biocarbón. En otros casos, las propuestas parecen más cercanas a la ciencia ficción:
Estacionamiento en órbita de espejos entre la Tierra y el Sol: al reflejar un porcentaje de la radiación solar, la temperatura global descendería. Sus detractores señalan un coste económico exagerado y que no aliviaría problemas con la acidificación de los océanos. Barcos "crea-nubes": los buques lanzarían diminutas partículas de agua salada al aire. Las nubes que se formarían reflejarían la luz solar. Un grupo de científicos estadounidenses y británicos afirma haber comenzado a recaudar fondos para los primeros ensayos de esta idea, con el objetivo de poner en marcha 1.900 buques con energía eólica en 25 años. Entre sus inconvenientes, además del elevado coste, destaca que se desconocen las consecuencias sobre los fenómenos atmosféricos. Árboles artificiales: diversos artefactos tecnológicos absorberían el CO2 de la atmósfera, aunque todavía se encuentran en fase de experimentación.
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