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El libro de la vida

Un proyecto internacional pretende registrar cada una de las especies con las que compartimos este planeta, Se cree que son unos cien millones, pero conocemos menos de dos.

La idea suena audaz: catalogar todas las especies -cada planta, cada animal, cada ínfimo microbio- que pululan sobre la Tierra. El tiempo para cumplir tal misión: los próximos veinticinco años, el lapso de una generación humana. El asunto toma proporciones épicas si se tiene en cuenta que las especies conocidas hasta ahora (poco más de un millón y medio) sólo representan una pequeña porción de las que realmente existen (según algunos cálculos, más de cien millones) y de las que la ciencia no tiene ni siquiera registro.

El proyecto en cuestión -conocido como All-Species (todas las especies, en inglés)- es un emprendimiento internacional, iniciado por un grupo de científicos estadounidenses. Su propuesta, realizar un inventario de la vida en este planeta, se asemeja a otro famoso proyecto internacional, el del Genoma Humano: en ambos casos se trata de un trabajo de cooperación de instituciones e investigadores cuyos resultados redundarán en beneficios para la ciencia y el conocimiento de la humanidad, pero también en gigantescas ganancias para empresas privadas.

Tres mil millones de dólares

All-Species nació de la imaginación de Kevin Kelly, cofundador de la revista Wired, una de las publicaciones sobre informática más prestigiosas del mundo. Fue lanzado en octubre de 2000 con un presupuesto de tres mil millones de dólares. En realidad, nunca hubo un esfuerzo sistemático y global para inventariar todas las formas de la vida. Éste es uno de los primeros, o por lo menos el primero con semejante presupuesto e infraestructura.

La información con la que contamos en la actualidad -se ha identificado menos de 2 por ciento de la biodiversidad existente se basa en el trabajo de los últimos trescientos años de naturalistas y biólogos, que se dedicaron con paciencia y prolijidad a registrar cada nueva especie que se les cruzaba en el paso durante sus excursiones. Con el desarrollo de otras áreas de la ciencia, la taxonomía -rama de la biología dedicada a la clasificación de los seres vivos- quedó relegada, considerada una especialidad casi romántica. Este proyecto combina la antigua tarea de Linneo y otros naturalistas, que clasificaban casi artesanalmente cada especie, con técnicas de última generación, como el GPS (Sistema de Posicionamiento Global), análisis de ADN para establecer parentescos y rutas evolutivas e inteligencia artificial para analizar el contenido de los bancos de datos.

All-Species empezará por cruzar la información de todos los bancos de datos sobre especies y taxonomía y por informatizar los archivos de museos o instituciones que aún no lo hayan hecho, en particular de los países no desarrollados: los datos y conocimientos se hayan desperdigados por todo el mundo y nadie sabe con certeza cuánto se conoce en este preciso momento.

Se calcula que en los cajones y depósitos de estos centros de investigación se esconden tres mil millones de especímenes (animales o plantas disecados y conservados para su estudio posterior. Pero la tarea no termina en la organización de los datos existentes: se deben buscar las especies desconocidas allí donde se encuentren. Por eso también se estimulará la búsqueda y clasificación de especies, en particular en los países del Tercer Mundo, cuyos ambientes atesoran la mayor biodiversidad.

Cien inquilinos en una rata

Una de las técnicas propuestas para encontrar nuevas especies es el bioblitz (algo así como "bioataque"). Consiste en una jornada de registro intensivo: durante 24 horas, un equipo de científicos, naturalistas y estudiantes rastrilla una determinada locación para identificar a todos los animales, plantas y microorganismos posibles. Aunque parezca un simple ejercicio de una clase de biología, el bioblitz siempre depara alguna especie nueva, así se practique en los ambientes más familiares y conocidos, como el jardín de casa. Esta técnica, trasladada a los ecosistemas menos conocidos, deparará sin duda sorpresas y valiosísima información.

Pero la mayor parte de los datos provendrán del trabajo continuo de instituciones y grupos de investigación, apoyado financieramente por los sponsors del proyecto. Algunos puntos geográficos -en particular los menos explorados o los de mayor biodiversidad- son de especial interés, tanto científico como económico. Selvas tropicales, arrecifes coralinos son las opciones más obvias, así como las extrañas comunidades submarinas que viven a miles de metros de profundidad. También se puede considerar a un animal o una planta como hábitat de otras especies. "Se calcula que una rata de campo alberga cientos de especies de microbios, parásitos y simbiontes -señala Kelly-. Y buena parte de ellos aún no han sido identificados."

Aunque parezca que ya no hay nada por descubrir, cada año aparecen varios mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles que habían pasado inadvertidas para los ojos de la ciencia. Y no se trata de bichos minúsculos o aparentemente insignificantes: monos, antílopes y roedores han aparecido en los últimos tiempos. Se calcula, por ejemplo, que casi la mitad de los peces de agua dulce de Sudamérica todavía no han sido clasificados. En estudio realizado en Panamá sobre apenas 19 árboles se vio que 80% de las 1.200 especies de escarabajos que habitaban en ellos eran desconocidas para la ciencia.

El actual registro tiene predominancia de los animales y plantas más grandes y obvios. Por eso no hay que olvidar el mundo microscópico: se calcula que conocemos mucho menos de 1 por ciento de lo que existe. Los microbios -bacterias, protozoos, algas y otras pequeñeces- están escondidos donde quiera que se ponga atención: viven entre los granos de arena de cualquier playa, se esconden entre las patas de una langosta o se las ingenian para sobrevivir en la Antártida o en las aguas termales cercanas al punto de ebullición.

Vida en este planeta

Ahora bien, ¿para qué servirá semejante esfuerzo? Además de satisfacer la natural curiosidad de la ciencia, el proyecto apunta a proveer herramientas para varios campos de la investigación y el desarrollo. En primer lugar, el registro de todas las criaturas existentes sería de una gran ayuda para los ecologistas, que en la actualidad deben invertir gran parte de su tiempo y recursos en inventariar las especies de un ambiente -normalmente hay una gran proporción desconocidas- antes de analizar cómo interactúan entre ellas. También resultaría fundamental para establecer políticas de conservación y contribuiría al conocimiento de los procesos evolutivos. Y, por supuesto, aportaría información útil para la farmacología y la industria biotecnológica: el conocimiento de millones de nuevas especies representaría el desarrollo de hoy inimaginables productos -desde tratamientos para enfermedades hasta nuevos cultivos- y las consecuentes y astronómicas ganancias.

El término de 25 años para completar el trabajo no es caprichoso: las estimaciones sugieren que durante los próximos 50 años desaparecerán de 10 a 25% de todas las especies existentes en la actualidad. Por eso el momento es ahora, y el tiempo apremia.

"Si bien no conocíamos el proyecto, estamos totalmente de acuerdo con la idea y nos interesaría participar -comenta el doctor Hugo López, quien dirige ProBiotA (Programa para el estudio y uso sustentable de la biota austral, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata) junto con los doctores Juan A. Schnack y Jorge Crisci-. La propuesta tiene sentido, pues la especie es el componente más adecuado para medir la biodiversidad, además de tener de por sí un valor social, tanto por sus significados económico, sanitario, estético, cultural, como por propio derecho de existencia."

Sin embargo, algunos expertos no comparten esta postura. Unos sostienen que es una tarea imposible, mientras que otros argumentan que no tiene sentido largarse a identificar absolutamente todos los seres vivos. Según Paul Ehrkich, del Centro de Biología de la Conservación de la Universidad de Stanford, habría que concentrar los esfuerzos en las áreas y en los grupos en los que existe alguna chance de completar el estudio. Kelly les contesta: "Conocemos todos los elementos químicos, los telescopios exploran los confines del Universo, pero no tenemos un inventario completo de la vida en la Tierra. A algunos les parece una tarea inútil, y, sin embargo, sería lo primero que haríamos no bien aterrizáramos en otro pIaneta".

Y por casa ¿como andamos?

La Argentina es un país con alta biodiversidad, pero poco conocida. Uno de los pocos esfuerzos organizados por catalogarla en su totalidad proviene de ProBiotA (Programa para el estudio y uso sustentable de la biota austral, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata). "Desde luego, nuestro proyecto contempla un inventario nacional de especies. El punto crítico es la financiación -apunta el doctor Hugo L. López-. El plantel de ProBiotA está formado por investigadores del Museo de La Plata y de otras universidades nacionales, así como instituciones académicas del extranjero. Todo el grupo posee experiencia en los temas del programa y sus resultados fueron publicados en el circuito académico o por medio de organismos gubernamentales."

Las estimaciones más o menos certeras no son posibles, debido a que se sospecha la existencia de una elevada proporción de especies de invertebrados (especialmente artrópodos) aún no descubiertas, lo que desbarataría los cálculos. "la zona de mayor biodiversidad corresponde a las provincias del nordeste argentino. Los grupos "más" estudiados, no "mejor" estudiados, son los vertebrados y las plantas vasculares", señala el doctor López.

Según Claudio Bertonatti, en el libro Situación ambiental de la Argentina 2000 - Informe de la FVSA, nuestro país ocupa el puesto 17 en el ranking mundial de biodiversidad. Y la Fundación Vida Silvestre Argentina aporta un listado preliminar que suma algo así como 494 hongos, 2.189 algas, más de 10.000 monocotiledóneas y dicotiledóneas, más de 800 arañas, arriba de 700 peces, 345 mamíferos y 985 aves.

"En la Secretaría no tenemos un programa especial de biodiversidad ni uno que contemple la puesta al día del catálogo de especies. Claro que hay catálogos parciales, como el Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos, que está a punto de concluir -señala el ingeniero Carlos Merenson, director nacional de Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Desarrollo Sustentable y Medio Ambiente de la Nación-. Sí contamos con numerosos proyectos y acciones relacionados que apuntan al uso sustentable de los recursos naturales. También está el seguimiento de todo lo que ocurre en el Convenio sobre Biodiversidad Biológica y la organización de una Comisión Nacional Asesora para la Conservación y Utilización Sustentable de la Diversidad Biológica, integrada por el gobierno nacional y los provinciales, así como ONG.

Quizá sería interesante un taller para coordinar este esfuerzo de información y clasificación de especies a nivel nacional.

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