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La importancia de los glaciares

En San Juan, todos sabemos que cuando hay buenas nevadas invernales en la cordillera, no habrá problemas de agua en la ciudad, ni para regar las extensas zonas cultivadas.

Sin embargo, cuando no hay nevadas invernales, el río San Juan, principal proveedor de agua, aún mantiene una cuota reducida de agua. Históricamente, ninguna media mensual ha bajado de un mínimo de 17 m³/s, y lo mas extraño es que todos los valores mínimos de las medias de cada mes son muy parecidas, ya que varían entre 17 y 20 m³/s . Por ello, cabe preguntarse, ¿qué es lo que mantiene este caudal de base en el río más caudalosos de Cuyo? ¿Por qué, aunque haya dos inviernos seguidos sin nevadas, esta provisión de agua se mantiene? Los responsables de que contemos con agua aún durante las extremas sequías, son los glaciares presentes en la alta cordillera, comúnmente conocidos como nieves “eternas”.

En efecto, las investigaciones que viene realizando el grupo glacio-hidrológico del Instituto de Geología de la Universidad Nacional de San Juan, han permitido demostrar que no es el efecto “esponja” el que cubre la deuda hídrica durante las sequías. El efecto “esponja”, tal como se lo denomina en el lenguaje común, se refiere al vaciamiento de acuíferos o reservorios de agua en terrenos permeables, que se generan en la cordillera, y que drenan en parte a través de las conocidas “vegas” que alcanzan en algunos valles cordilleranos una gran extensión. Se pudo observar que durante épocas de emergencias hídricas (o sea de escasas nieves invernales), este proceso generador de agua, además de no contribuir sensiblemente al caudal de los ríos, en muchos casos desgasta el recurso hídrico. Esto se debe a que estas grandes extensiones con pasturas de altura, contribuían a una pérdida del recurso por una combinación de evaporación y evapotranspiración (evaporación por transpiración de las plantas, que aumenta en la altura).

La mayoría de los valles cordilleranos parecen cumplir con este proceso (Los Patos Sur, Valle Hermoso, del río Volcán, y Mercedario), el que fue estudiado en detalle mediante aforos de precisión en el valle del río Mercedario durante enero de 1997 (año de emergencia hídrica). Allí se comprobó una pérdida del 30% del caudal del río Mercedario (de 1,7 m³/s a 1,36 m³/s) entre el ingreso del mismo a su amplio valle aluvial, y su egreso, unos 18 km aguas abajo. Es destacable que el caudal medido de 1,7 m³/s estaba generado exclusivamente por derretimiento de hielo glaciar. Ese mismo verano, el arroyo que proveía el agua al puesto Alvarez Condarco, de Gendarmería Nacional, prácticamente se agotó, y se tuvo que recurrir al transporte de agua desde Barreal. Este arroyo, alimentado de forma similar a las vegas, muestra que durante las sequías este recurso tiende a desaparecer o causar efectos negativos.

¿Por qué entonces no disminuye más el caudal del río San Juan? Aquí ocurre el fenómeno que más interesa. Ya que los glaciares se comportan inversamente respecto de las sequías o, dicho en otras palabras, cuanto mayor sea la sequía y menos nieve haya caído durante el invierno, el glaciar entrega una cuota mayor de agua. Este fenómeno tan importante, que está relacionado a complejos intercambios de energía en la superficie del glaciar, es el que en parte mantiene el nivel de base del caudal del río San Juan sin que disminuya a valores más críticos. A pesar de ser complicado un análisis completo, el concepto básico de este comportamiento se relaciona al poder de absorción de energía solar.

Todos sabemos que si usamos una remera negra en un día soleado de verano, sentiremos mucho más calor que si nos ponemos una blanca. Lo mismo pasa en la superficie del glaciar: al no haber nieve invernal, queda expuesto el hielo mas viejo, algo mas oscuro y más sucio, que tiende a absorber más energía. La diferencia entre el hielo y nuestra remera es que el hielo no se puede calentar, y en cambio esa energía que absorbe es utilizada para derretir hielo y producir agua. Esto es muy fácil de comprobar con un simple experimento: pongan al sol dos cubos de hielo iguales sobre el mismo tipo de superficie, esparzan polvo oscuro sobre uno de ellos y vean cuál se derrite mas rápido.

Esto no es tan simple de comprobar, dado que en realidad los intercambios de energía en la superficie de un glaciar son bastante mas complejos que lo que se indica, pero lo cierto es que la radiación solar es responsable de casi el 85% del derretimiento del hielo y, por ello, la importancia del poder de absorción de la superficie glaciar.

Lo más interesante de efectuar el análisis completo del balance de energía en la superficie del glaciar es que nos dice con gran exactitud la cantidad de agua que el mismo está produciendo. Por eso son tan parecidas las curvas de variación del flujo de energía en la superficie del glaciar y la curva del caudal producido por el mismo. La única diferencia es que el caudal se halla retrasado respecto del balance de energía (en este caso 3,5 horas), ya que una vez que el hielo es derretido, el agua comienza un camino complicado, al principio por la superficie, luego siguiendo grietas y túneles subglaciales (o conductos supraglaciales) hasta salir al exterior donde el caudal puede ser medido. El resultado es que solamente conociendo ciertos parámetros meteorológicos podemos predecir con gran exactitud el caudal que genera un glaciar, hora a hora, sin necesidad de tener que estar en el lugar físicamente ya que podemos utilizar una estación meteorológica automática. Es justamente aquí donde reside el potencial de estos balances de energía: en la predicción exacta de caudales de derretimiento.

Pero volvamos al tema de la contribución de los glaciares al caudal de nuestro río. Para estudiar esto, se analizó el comportamiento hídrico del río Colorado (afluente del río Blanco y luego del río de Los Patos), una de las subcuencas del río San Juan con mayor concentración de glaciares debido a que está limitada por los cerros mas altos de San Juan. El aporte de esta cuenca fue estudiado durante años de alto déficit hídrico, intermedio y superávit hídrico, durante los primeros días de marzo. Mientras la producción hídrica de todas las cuencas nivales disminuyó notablemente durante la emergencia hídrica, la Cuenca del río Colorado no sólo mantuvo su producción hídrica sino que la aumentó notablemente. Se dan valores de mínimas y máximas que corresponden a los picos y bajos en la curva de caudal de fusión, y se observa cómo aumenta desproporcionalmente la máxima con respecto a la mínima durante las sequías debido al efecto del glaciar más oscuro que absorbe más energía. Vemos así que durante la emergencia hídrica de 1997, una cuenca con sólo 68 km² producía un quinto del agua colectada por el río San Juan, con una cuenca de 20.000 km², o sea casi 300 veces mas extensa.

No todas son buenas noticias las que tenemos que dar. El recurso se puede ir agotando con el tiempo, y la verdad es que no lo sabemos y ni siquiera lo estamos estudiando. Los glaciares tienden a recuperar su masa perdida durante los inviernos nevadores, pero el balance final puede ser negativo o positivo. Si es positivo, el glaciar se encuentra en avance, pero si es negativo y se pierde masa a largo plazo, el glaciar retrocede. Y aparentemente los glaciares de los Andes cuyanos se encuentran en retroceso.

No existen datos de San Juan, dado que en realidad nunca se efectuaron este tipo de estudios, pero podemos ver la documentación fotográfica del glaciar del Alto río Tunuyán, en Mendoza, en donde casi se ha perdido medio glaciar en sólo 50 años.

Esto también ha sido comprobado en glaciares de la región del Aconcagua, en donde, por ejemplo, el glaciar Horcones Superior se ha acortado un 25% de su longitud total en menos de 100 años. ¿Y qué sabemos nosotros de la evolución de nuestros glaciares en San Juan?: Nada. Así es que mejor empezamos a cuidar el agua.

Juan Pablo Milana
Investigador del Conicet. Instituto de Geología, Universidad Nacional de San Juan

Fuente: Los Andes on line

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