En la isla de Borneo, una densa bruma suele cubrir esta ciudad de
500.000 habitantes. ¿La causa? Los incendios forestales que arden a lo
largo de la isla, muchos de los cuales fueron provocados
intencionalmente para despejar tierra para la producción de aceite de
palma, un ingrediente clave en el biodiesel.
A veces el humo azulado es tan denso que hace que la ciudad luzca
sombría y oscura aun durante el día. Otras veces, la neblina ha forzado
a cerrar el aeropuerto. Entre julio y mediados de octubre, las
autoridades de salud de Indonesia reportaron 28.762 casos de
enfermedades respiratorias ligadas al smog en el país. "Lo siento
cuando respiro", dice Imanuel Parasik, un repartidor de 26 años. Cuando
el humo se vuelve muy malo usa una mascarilla, pero aun así suele
despertarse con náuseas. "Es parte de la vida aquí".
Este problema representa el lado oscuro del auge global de la energía
alternativa. Los expertos afirman que los incendios para despejar
tierras forestales emiten a la atmósfera millones de toneladas de
dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Así, exacerban
los problemas de calentamiento global que los biocombustibles
supuestamente alivian.
Los efectos secundarios no son aislados. Los bosques de Indonesia,
Malasia y algunas regiones de América latina, se están reduciendo para
abrir espacio a cultivos ligados a las nuevas energías. Según
activistas medioambientales, los niveles de agua de India están cayendo
a medida que los agricultores tratan de impulsar la producción de la
caña de azúcar, que sirve para el etanol.
"Seamos brutalmente francos: (el impulso de los combustibles
alternativos) causará cambios significativos en el medio ambiente",
explica Sean Darby, analista bursátil y experto en empresas de energías
alternativas de Nomura International. Darby está especialmente
preocupado por el descenso de los recursos hídricos, causado por la
acelerada producción de cultivos. El agua, asegura, "es tan preciosa"
como el petróleo. A algunos expertos también les preocupa que los
cultivos para biocombustibles compitan con otras tierras cultivables,
lo que podría elevar los costos globales de la producción de alimentos
básicos.
Todavía no está claro cuán serios se volverán estos problemas o si se
resolverán con nuevas tecnologías y normas ambientales más estrictas.
Los defensores de las energías alternativas, incluyendo los ejecutivos
de la industria del aceite de palma, dicen que se han exagerado los
peligros y que éstos se compensan por los beneficios que prometen los
nuevos combustibles.
Por su parte, los fabricantes de aceite de palma se han unido a grupos
medioambientales, compañías de energía y otras organizaciones para
formar un grupo conocido como Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma
Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés), que planea certificar las
plantaciones que cumplen estándares que minimizan el daño ecológico.
Al año se producen más de 30 millones de toneladas de aceite de palma
en todo el mundo, según RSPO. Malasia e Indonesia son, con diferencia,
los mayores fabricantes, representando cerca de 47 y 36 por ciento de
la producción global, respectivamente. Entre los mayores productores se
encuentran varios países latinoamericanos encabezados por Colombia (con
una producción anual en torno a las 600.000 toneladas), Ecuador
(250.000 toneladas), Costa Rica (130.000 toneladas), Brasil (130.000
toneladas), Honduras (112.000 toneladas), Guatemala (81.000 toneladas)
y Venezuela (76.000 toneladas), según cálculos de la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El área de la energía alternativa es "como Internet, en el sentido de
la rapidez con lo que todo cambia", dice Chris Flavin, presidente de
Worldwatch Institute, un grupo medioambiental con sede en Washington.
Según Flavin, nuevas tecnologías podrían ayudar a resolver algunos de
los daños colaterales.
En Estados Unidos, el etanol basado en maíz se encuentra en el centro
de un debate académico y agrícola, en parte debido a David Pimentel, un
profesor de políticas ambientales en la Universidad de Cornell.
Pimentel tiene sus dudas respecto al valor del combustible alternativo.
Asegura que al expandir la producción de maíz para alimentar la
producción del biocombustible se merman los recursos de agua y se
contamina el suelo con los fertilizantes y químicos que requiere el
proceso. A largo plazo, los costos ambientales podrían anular los
beneficios de los biocombustibles. Otros estudios, incluyendo uno
realizado por investigadores del Departamento de Agricultura de EE.UU.,
llegan a conclusiones más optimistas y critican la metodología de
Pimentel.
Las críticas podrían tener repercusiones económicas. En 2005, los
inversionistas inyectaron US$ 49.000 millones en alternativas como la
energía solar, el etanol y el biodiesel, según New Energy Finance, una
organización con sede en Londres que se especializa en el sector. Fue
un aumento de 60% frente a 2004.
Sin embargo, la comercialización de los combustibles alternativos aún
depende de subsidios fiscales e incentivos tributarios. Por eso, las
críticas locales podrían amenazar su viabilidad económica. Esto es
especialmente cierto para el aceite de palma, cuyo precio ha subido
casi 35% este año. El alza se debe en parte a la mayor demanda por
biocombustibles. En octubre, por ejemplo, un comité del Parlamento
Europeo recomendó que la Unión Europea prohiba la importación de
combustibles hechos con aceite de palma, citando temores de que ese
tipo de cultivos causa la deforestación en países tropicales.
Patrick Barta y Jane Spencer
The Wall Street Journal
Fuente: La Nación
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