Lejos de traer tranquilidad, desde algunos ámbitos científicos prevén
un escenario climático complicado para el futuro de la región, donde
las tormentas se tornarán más virulentas, mientras se incrementarán las
lluvias y la temperatura, todo en el marco del recalentamiento global.
“Esta es una teoría que está aceptada en el mundo, porque si bien antes
se producían transformaciones en el clima, se registraban en un lapso
de 100 mil años, y ahora ocurren en un período de 200 años, justamente
en coincidencia con la industrialización”, afirmó Mario Núñez, quien es
director del Centro de Investigaciones de Mar y Atmósfera (Cima). El
especialista no sólo cargó contra la emisión de los gases invernadero,
sino también contra el desmonte y las nuevas formas de uso de la tierra.
Si bien Núñez reconoce que el clima no es estable sino dinámico y que
los “extremos climáticos” como las tormentas y los tornados siempre
existieron, asegura que serán más intensos en los próximos tiempos y
esos fenómenos se irán incrementando. “El tema del cambio global está
aceptado a nivel científico”, afirma para luego recordar que en las
últimas evaluaciones realizadas en la Argentina se reconoce un aumento
de la temperatura media en la región pampeana, que incluye a Santa Fe.
“Hacia fines del siglo XXI veremos un incremento de la temperatura
media anual de 2 a 5 grados del norte al sur del país, y entre 2 y 3
grados en la región que incluye a Rosario”, dijo el científico.
Si bien reconoció que nuestra provincia no será la más afectada,
sufrirá los avatares de fenómenos meteorológicos más violentos, como el
ocurrido en la tarde del miércoles.
Además, el aumento de las temperaturas mínimas y la disminución de las
máximas, “convertirán en menos placenteros a los días que vienen” en
los que habrá primaveras más tórridas e inviernos más cálidos y secos.
Al mismo tiempo, en las grandes concentraciones urbanas el cambio se
notará más aún y hará más difícil la vida cotidiana de sus habitantes a
partir de la concentración de cemento y otros materiales artificiales
característicos de las ciudades.
En cuanto a la temperatura media mundial en la superficie terrestre,
según se destaca en la página oficial del Servicio Meteorológico
Nacional, en 1998 fue la más alta por una amplio margen –más de medio
grado– que la registrada nunca antes en la historia. En 2004 la
temperatura media global en superficie ha estado por encima de los
valores normales observados en los promedios de entre 1961 y 1990,
registro que lo convierte en el cuarto más caliente. Los diez años más
tórridos han tenido lugar desde 1990: 1998, 2002, 2003, 2004, 2001,
1997, 1995, 1990, 1999 y 2000. A comienzos del siglo XXI, la
temperatura media mundial en superficie se encuentra entre 0,6ºC y
0,7°C por encima de la que existía a comienzos del siglo XX, mientras
que la temperatura mundial ha aumentado más rápidamente en los últimos
26 años que en cualquier otro período de 26 años.
Para comprender ese escenario futuro, Núñez también se refirió a otro
registro climático de las últimas décadas: el de las lluvias caídas en
la región, otro de los parámetros que sirven para identificar los
cambios. En esa línea apunta al actual ciclo húmedo que comenzó hacia
1970 –y que “aún persiste” a pesar del último año, particularmente
seco– donde se registró un 30 por ciento más de lluvias si se lo
compara con el periodo que fue de 1920 hasta 1950.
En cambio, en otras zonas como Cuyo, Patagonia y Chile se evidenciaría
una situación inversa: una menor acumulación de precipitaciones e
inclusive un retroceso de más de 40 glaciales en la patagonia andina.
Los gases invernadero
Para los expertos del Cima –una institución ligada a la Universidad de
Buenos Aires (UBA)– y otros científicos, los actuales cambios
climáticos están relacionados con una mayor concentración del efecto
invernadero –un fenómeno natural que la atmósfera genera sobre la
Tierra–, que potencia la misma acción del hombre. “Si bien Argentina no
está contaminando a nivel global y se ha comprometido a disminuir la
emisión de gases, algunos países como Estados Unidos ni siquiera
firmaron el protocolo de Kyoto, y justamente son los que más perjudican
al resto”, dijo Núñez.
Según la teoría que adhiere al recalentamiento global, la acción humana
modifica voluntaria o inadvertidamente el efecto natural y beneficioso
que generan los gases minoritarios denominados “gases de invernadero”.
Así, la combustión de carburantes fósiles, la quema de biomasa, el uso
de fertilizantes nitrogenados en la agricultura y otras actividades
humanas contribuyen a aumentar las concentraciones atmosféricas de los
gases de invernadero naturales.
Otra de las cuestiones que también se está discutiendo en los ámbitos
académicos es el incremento de la desforestación y los cambios en el
uso de la tierra, ya que la agricultura de tipo intensivo como la que
se observa en la región, “modifica las propiedades físicas del suelo y
produce un desbalance de energía que se suma al cambio global.
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