El
Ártico es un páramo helado de 14 millones de kilómetros cuadrados (28
veces la superficie de España). A excepción de los pueblos indígenas,
pocos son los que han desafiado el extremo frío para vivir en ciudades
como Murmansk (Rusia) y Churchill (Canadá). Casi nadie ha navegado por
sus mares de hielo, un desierto blanco que vio escapar su futuro en los
trenes militares que abandonaron la zona al acabar la "guerra fría".
Ahora, las conexiones por ferrocarril con el corazón de Europa y
Norteamérica podrían suponer su resurgir. El Ártico está sufriendo un
profundo cambio climático a causa del calentamiento global. El hielo
que lo ha cubierto durante miles de años desaparece y deja al
descubierto grandes oportunidades de negocio, lo que ha prendido la
chispa de un crecimiento económico congelado durante décadas. Empresas
privadas y organismos públicos calientan motores ya para explotar los
vastos recursos mineros y petrolíferos de la zona, valorados en cientos
de miles de millones de euros. Murmansk y Churchill son las cabeceras
de un "puente ártico" que reduce la navegación entre Rusia y América de
diecisiete a ocho días durante los cuatro meses en que la Bahía de
Hudson se descongela. Las dos ciudades serán los polos que conecten el
Ártico con el resto del mundo.
El paso del noroeste
Antes de fin de siglo, el casquete polar desaparecerá durante el
verano, según diversos informes científicos. El pasado estío, la
extensión del hielo se redujo hasta los 5 millones de kilómetros
cuadrados (la mitad de la superficie de Europa), mientras que a finales
de los 70 alcanzaba los 7 millones. Por ello, las principales navieras
estudian abrir, a través de los hielos polares, rutas comerciales que
descongestionen los canales de Suez y Panamá, y reduzcan los costes del
transporte.
Una nueva ruta uniría directamente Europa y Asia por el norte de ambos
continentes. El puerto de Murmansk, cuyas aguas no se hielan gracias a
la Corriente del Golfo, sería la puerta de un corredor que llegaría
hasta el estrecho de Bering y que abarataría el porte en un 40%.
En América, la apertura del soñado paso del noroeste, entre la bahía de
Baffin -que separa Canadá de Groenlandia- y Alaska, permitiría conectar
los puertos del norte del continente sin pasar por Panamá. Una
posibilidad aún remota, ya que los modelos científicos señalan a Canadá
como el último lugar en deshelarse, pero que ya ha atraído millones de
dólares de inversión hasta el puerto de Churchill.
Mientras el calentamiento global amenaza la forma de vida de las
comunidades indígenas, adaptadas al frío a lo largo de la Historia, los
recién llegados se preparan para conquistar los 90º de latitud norte.
El último comentario se muestra en esta página, los anteriores podrás leerlos en las páginas subsiguientes:
Sólo los usuarios registrados pueden escribir comentarios. Por favor valídate o regístrate. Powered by AkoComment 2.0! |