El problema hubiera sido menor si no fuera por que pocos días después,
un terremoto de 6.2 grados de magnitud en la escala de Richter,
se localizó también frente a la costa sonsonateca, en San
Salvador, provocando miles de muertes. Un sismo que tuvo una intensidad
de IV en la escala subjetiva de Mercalli, y que según los expertos del
Servicio Nacional de Estudios Territoriales de El Salvador, tuvo su
epicentro a 55 kilómetros al sur de Barra Salada, en la misma zona de
costa bañada por esas aguas calientes y claras que están convirtiendo
en un paraíso turístico a nuestra tierra hermana de América Central.
Ese hecho provocó que el sismo se sintiera con mayor fuerza en parte de
Guatemala, país donde el pueblecito de Panabaj, del
municipio de Santiago Atitlán, quedó bajo 12 metros de lodo, otro
desastre que ha obligado a las autoridades guatemaltecas a declarar la
zona como un cementerio masivo.
¿Tendría todo ello que ver con el reciente huracán Stan que asoló días
antes El Salvador, Guatemala, Honduras y parte de México adonde llegó
ya convertido en tormenta tropical?
¿Tendría todo ello que ver con la cadena de huracanes que viene
asolando las costas del Golfo de México?. Sólo tenemos que recordar que
Katrina y Rita depositaron su inmensa energía en las costas del
"todopoderoso" Estados Unidos, destruyendo la ciudad de Nueva Orleáns,
y desbastando la región de la costa del Golfo en Luisiana, Mississippi
y Alabama, con varias decenas de miles de muertos y desaparecidos.
¿Tendrá todo esto que ver con el cambio climático?. Algunos expertos
advierten que es prematuro atribuir ésta actividad al calentamiento
global, y hablan de que estamos en una temporada de huracanes, que
puede prolongarse una o dos décadas, y que para comprobar que no es
nueva esta situación basta con analizar los datos históricos que se
disponen.
Relacionar huracanes y calentamiento global plantea más preguntas de
las que se pueden responder al día de hoy. Aparentemente, el efecto del
calentamiento global es mínimo, según los científicos, para explicar la
vehemencia, la duración y la frecuencia de los huracanes recientes, de
consecuencias catastróficas de todos conocidas, si bien se espera que,
a medida que el planeta se recalienta, se den en mayor medida fenómenos
climáticos extremos como la frecuencia de las olas de calor, las
precipitaciones intensas, las ventiscas y las sequías. Respecto a
otros fenómenos, tales como las tormentas extratropicales, existe poco
consenso entre los modelos predictivos actuales (Fuente:
GreenFacts.org).
Casi simultáneamente, el pasado 8 de Octubre, y en el otro
extremo del mundo, un nuevo terremoto ha elevado a 2000 la cifra de
víctimas mortales, entre ellas 400 niños en Pakistán. El terremoto se
sintió también en Afganistán y en áreas de La India como Nueva Delhi,
Punjab, Gujarat y Madhrya Pradesh, y en el territorio de Cachemira. Un
portavoz del Servicio Geológico de EEUU, que supervisa todos los
terremotos que se producen en el mundo, ha explicado que el seísmo
alcanzó una magnitud de 7,6 y se localizó a 95 kilómetros de Islamabad,
a 115 kilómetros al este de Mingaora (Pakistán), 125 kilómetros de
Srinagar (en la Cachemira india).
Es evidentemente que nos encontramos en la época adecuada para éste
tipo de fenómenos, pues la temporada de huracanes va desde el 1 de
junio al 30 de noviembre, si bien, en octubre suele haber huracanes y
tormentas tropicales pero de menor tamaño, y tal vez nos resulte más
alarmante debido a las posibilidades actuales de la difusión
informativa, algo que no existía hace tan sólo unas décadas.
También es cierto que hoy se dispone de medios tecnológicos muy
avanzados, para el seguimiento de estos eventos atmosféricos, como es
el sistema satelital de la NOAA GEOSS (Sistema de Sistemas de
Observación Global de la Tierra), cuya versión para Centroamérica es el
sistema SERVIR, un centro de interpretación para los datos obtenidos
por muchos satélites de observación terrestre, mediante los cuales los
científicos pueden avanzar muy rápidamente en la investigación de las
causas de estos desastres, y que está siendo utilizado como modelo para
rediseñar La Reserva maya de la Biosfera, con la creación de un
espacio aún mayor, el Corredor Biológico Mesoamericano, una senda verde
de la longitud de América Central, que conecta parques y reservas entre
las naciones centroamericanas, y en cuya vigilancia espacial
colabora muy estrechamente la NASA.
Gracias a estas nuevas y sofisticadas técnicas de estudio, hoy se sabe
que la temperatura superficial media de la Tierra ha aumentado
aproximadamente 0,6°C desde finales del siglo XIX, y que ello ha
sido promovido en gran medida por las actividades humanas que aumentan
los niveles de los gases de efecto invernadero que tienden a calentar
la Tierra, como el dióxido de carbono (CO2), en la atmósfera.
También se conoce de la existencia de El Niño, una corriente de agua
cálida que fluye periódicamente a lo largo de la costa del Ecuador y el
Perú, y que genera un fenómeno de acoplamiento entre la atmósfera y el
océano que se asocia con una fluctuación de las características de la
presión en superficie y la circulación en la región intertropical de
los océanos Índico y Pacífico, denominada Oscilación Austral.
Cuando se produce un episodio El Niño, los alisios que soplan en ese
momento amainan y la contracorriente ecuatorial se intensifica y hace
que las aguas cálidas de la superficie en la región de Indonesia fluyan
hacia el Este y se superpongan a las aguas frías de la corriente del
Perú. Este fenómeno surte profundos efectos en el viento, la
temperatura de la superficie del mar y las precipitaciones en la zona
tropical del Pacífico. Influye en el clima de toda la región del
Pacífico y en muchas otras partes del mundo. La fase opuesta de un
fenómeno de El Niño se denomina La Niña. (Fuente:
IPPC Cambio Climático.)
No se sabe exactamente aún, en cuántos grados y con qué rapidez
aumentarán las temperaturas ni cuáles serán los impactos exactos del
cambio climático durante el Siglo XXI, sobre todo a escala local, sin
embargo, todos ya reconocemos que el calentamiento del planeta presenta
riesgos graves y reales, pero dado que la Naturaleza y la amplitud
exacta de estos riesgos son inciertas, debemos utilizar nuestra mayor
capacidad de juicio, basándonos en el estado actual de la Ciencia, para
determinar cuál sería la respuesta más apropiada, por ello, y aunque no
es fácil establecer un vínculo definitivo entre un acontecimiento
particular y el calentamiento del planeta, todos deberíamos recordar
que hace poco más de un siglo la mayor parte de la superficie del
planeta se encontraba cubierta por selvas vírgenes y que en
la actualidad los bosques sólo cubren el 30%.
Actualmente Estados Unidos y Canadá son los mayores productores
mundiales de papel, pulpa y productos papeleros. Finlandia, Japón,
Rusia y Suecia también producen cantidades significativas de madera y
papel prensa, y para cubrir estas necesidades "secundarias" del "primer
mundo", se necesita todavía de la madera que se dispone en los bosques
tropicales de las áreas subdesarrolladas.
América Central es un estrecho Puente de Tierra entre América del Norte
y del Sur, y representa menos del 0.5% de la superficie de todos los
continentes. Sin embargo es el hogar de entre un 7 u 8% de la totalidad
de las especies terrestres de animales y plantas. Su hogar, la selva
tropical, es sistemáticamente agredido por la naturaleza y la acción
humana, en forma de terremotos, huracanes, ocupación ilegal de tierras,
y la deforestación provocada por la agricultura de tala y quema.
Actualmente el futuro de los bosques es poco prometedor, y se estima
que si el ritmo y modo de consumo continuaran como hasta ahora, las
especies de árboles útiles para la fabricación de madera y papel
disminuirán en un 40%. Los expertos indican que si esta deforestación
incontrolada se mantuviera, para el año 2020 quedarían solamente 1.800
millones de hectáreas de bosques en el planeta. La mayor parte de la
deforestación tendría lugar en las regiones más pobres de la Tierra, y
afectaría a las zonas tropicales preferentemente. La desaparición de
los bosques conllevaría el correspondiente incremento de efecto
invernadero, el avance de los desiertos, el incremento del hambre en el
mundo y el aumento de enfermedades de distintos tipos.
El bosque ha sido generalmente víctima de la tala indiscriminada
promovida por compañías madereras, principalmente externas a los países
productores, que se aceleró en los años setenta y ochenta. Sin embargo,
en un informe reciente de la FAO se indica que "el problema
actual no es sólo la gran industria maderera, sino también, el
campesinado pobre que, en naciones con graves desigualdades
económicas y un alto crecimiento demográfico, requiere constantemente
leña, nuevas tierras para cultivar y para construir sus
viviendas, de manera que asolan las laderas de las montañas provocando
su desprendimiento posterior en periodos de lluvias y huracanes, e
incrementando el riesgo.
Un riesgo que posteriormente vuelve a hacer sufrir a las áreas en
vías de desarrollo. No olvidemos que Nueva Orleáns es una ciudad pobre,
donde el nivel de incultura y analfabetismo es tercermundista, y que
las consecuencias de Katrina han generado mayor o menos desastre humano
dependiendo del barrio, sus tipos de casas y de edificaciones, algo
similar a lo que ha experimentado con el huracán Stan, la ciudad de mi
amigo Manuel, a quien deseo de todo corazón que encuentre a su familia.