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Inocuo acuerdo sobre cambio climático en cumbre del G-8
Publicado por Administrador   
lunes, 18 de julio de 2005
TormentaEn medio de la evidente distracción que representó el bárbaro ataque terrorista en el sistema de transporte de Londres, el grupo del G-8 trató de llegar a algún acuerdo constructivo sobre el importante tema del cambio climático, que estaba en segundo lugar en la agenda del anfitrión, Tony Blair, en la exclusiva “conferencia de los ricos” de Escocia. Sin embargo, a pesar de los avances en el tema de la ayuda a los países pobres, y especialmente al continente africano, el acuerdo sobre el calentamiento global representó, a juicio de los ecologistas, la mayor decepción de la cumbre de mandatarios, mayormente gracias a la renuencia del presidente Bush en aceptar límites obligatorios para frenar ese nocivo fenómeno.

En efecto, en el comunicado final del G-8 resultó en una mera declaración retórica al reconocer que el cambio climático es apenas un “reto a largo plazo”, negando una realidad inmediata y evidente para todos los terrícolas, mientras enfrentan cada año más calor, inundaciones y desastres ecológicos. Aparentemente la inflexibilidad del mandatario en ese punto trabó cualquier acuerdo constructivo para encarar el problema de inmediato con medidas más efectivas.

Sin embargo no todo fue negativo para la ecología en la cumbre, pues el comunicado del G-8 comprometió a las ocho naciones a trabajar conjuntamente con los países en desarrollo para reducir los gases de invernadero. Este punto es importante por cuanto países muy populosos como Brasil, India, China, y México y Sudáfrica (miembros del llamado G-5) estaban excluidos en el cumplimiento de los objetivos del protocolo de Kioto en razón de que son naciones subdesarrolladas, a pesar de que contribuyen a una parte significativa de los gases contaminantes, ya que constituyen cerca del 40% de la población mundial.

Por otro lado, los analistas opinan que, al concederle menos importancia a los países latinoamericanos, el G-8 está agudizando en forma indirecta el problema ambiental, especialmente el de la deforestación, en vista del desastre que representa la destrucción de las selvas tropicales en la cuenca del Amazonas y otros importantes ríos de Latinoamérica, que suplen la tercera parte del oxígeno del planeta. Por lo tanto, buscar estrategias económicas de apoyo que abarquen a más naciones latinoamericanas, debió hacer sido un punto importante en la agenda del G – 8, especialmente con la presencia en la cumbre de mandatarios como Lula da Silva y Vicente Fox.

Pero quizás el punto conceptual más importante del acuerdo del G-8 en materia ecológica es el reconocimiento de que el calentamiento global es un hecho, o sea que está ocurriendo cada vez con mayor intensidad, a diferencia de las disquisiciones teóricas de algunos científicos, que alegaban la falta pruebas contundente de que el cambio climático se relacione con la actividad humana. Así, las naciones del G-8 se comprometieron –aunque sea teóricamente, a “estabilizar los gases de invernadero en la atmósfera a niveles adecuados para prevenir una catástrofe ambiental”.

Sin embargo, acostumbrados al lenguaje retórico y ambiguo de estas cumbres, algunos ecólogos comentaron que se deja a la interpretación lo que es una “catástrofe ambiental”, aunque cada año estén ocurriendo en todas partes del mundo –sin discriminar países ricos o pobres- toda una serie de fenómenos meteorológicos que atestiguan que el efecto invernadero se está produciendo seriamente, afectando la vida y la economía de muchas naciones y con más crudeza a las pobres, con menos recursos para reponerse de estos desastres.

Faltó esta vez, a pesar de los esfuerzos de Tony Blair, disposiciones específicas sobre un sistema comercial que mitigara los costos de cumplir con Kyoto, un compromiso formal para desarrollar e implementar nuevas tecnologías alternas y normas para medir y lograr una mayor eficiencia energética. Pero al menos hay signos alentadores, pues mientras Bush permite –en aras del sacrosanto nivel de vida- más plantas nucleares y liberaliza la exploración y producción de petróleo en Alaska, algunos mandatarios regionales y congresistas de su país, están tratando de imponer normas más restrictivas en cuanto a emisiones, a pesar de que Washington siga sin ratificar el protocolo de Kyoto.

Mientras tanto, las demás naciones no pueden hacer otra cosa que cumplir, aunque sea imperfectamente con el vapuleado protocolo de Kioto, que los compromete a reducir para el 2012 las emisiones contaminantes a los niveles de 1990, algo que se ve cada vez más difícil a medida que se avanza en esa materia y crece el desarrollo industrial. Así, aunque poco ha cambiado desde el mes pasado, cuando existía esperanzas de acuerdos más contundentes y obligantes, al menos la cumbre del G-8 dejó como consuelo, una sensación de que hay más conciencia sobre el tema del cambio climático causado por el calentamiento global y que más gente cree que hay que hacer algo…y pronto, antes de que el problema sea irreversible y todos suframos sus nefastas consecuencias.
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