Actualmente tenemos tres grandes variables para considerar a escala mundial: el calentamiento global, la crisis económica y la falta de empleo. La mejor estrategia sería proyectar el futuro uniendo esos problemas, pues, en realidad, no pueden más ser considerados por separado. El único camino para el futuro es el de la economía verde, que contemple un desarrollo sostenido, generando empleo y renta al mismo tiempo en que reorganiza las estructuras que hoy agotan los recursos naturales del planeta. Sin embargo, las iniciativas y políticas públicas se vienen adoptando en un ritmo muy lento, cuando no están a contramano.

El estudio "Empleos verdes: trabajo decente en un mundo sostenible y con bajas emisiones de carbono", de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aborda ese tema y relaciona los empleos verdes a la reducción de los impactos ambientales y a la sostenibilidad. Ellos están presentes en casi todas las áreas, como en la construcción civil, energías renovables, agricultura, industria y también en los servicios, por ejemplo, en el sector de turismo.

Según el estudio, presentado en septiembre del año pasado, cerca de 1,5 millones de brasileños están en actividades de ese tipo. Entre ellos, 500.000 trabajan con energías renovables, 500.000 con reciclaje y los demás trabajando con reforestación, construcciones sostenibles y saneamiento, entre otros. De los cuales los sectores señalados como más prometedores son el reciclaje y los biocombustibles.

Paulo Sérgio Moçouçah, coordinador del Programa de Trabajo Decente y Empleos Verdes de la OIT en Brasil, afirma que las tecnologías verdes tienden a dar más empleos que las tradicionales. Para él, mantener controlado el calentamiento global hasta el año 2050 va a exigir lo equivalente al 1% del PIB mundial por año. Eso puede significar que hasta entonces, haya dos mil millones de personas empleadas en actividades sostenibles en el mundo.

Sorprendentemente, combatir el calentamiento global, al contrario de lo que dicen los críticos, puede generar más empleos que suprimirlos. Eso derriba el argumento inmediatista de que la máquina apenas necesita trabajar a todo vapor, de lo contrario el mundo sucumbirá ante la retracción económica y la pobreza. Así, los ambientalistas están mucho más conectados con el concepto de desarrollo económico de lo que se pueda imaginar. Preservar y generar riqueza son verbos que caminan juntos.

Recientemente el presidente norteamericano Barack Obama anunció un programa interno de ayuda económica que prevé más de 50 mil millones de dólares para estimular la creación de empleos verdes y la generación de energía limpia, con límites más rígidos para la emisión de gases contaminantes por parte de la industria automotora.

El gobierno inglés también se dirige hacia este camino. El primer ministro Gordon Brown anunció que buena parte de los incentivos dados para recalentar la economía se destinarán a los empleos verdes. La meta inmediata es la de llegar a los 400.000 puestos de trabajo verdes.

¿Y Brasil? Evidentemente está atrasado en los esfuerzos para ampliar la economía verde. No me canso de afirmar que tenemos condiciones privilegiadas para avanzar en ese sentido, somos detentores de una biodiversidad excepcional, aliada a características de diversidad cultural y social. Pero para usar esos elementos, tenemos que pensar estratégicamente. Concentrarnos apenas en el crecimiento del PIB no es suficiente. El PIB no mide todos los factores necesarios para lograr el objetivo final, que es el desarrollo sostenible. Debemos salir del economicismo rígido y perjudicial, eso es un prerrequisito para comenzar a comprender la potencialidad de la economía verde.

Contamos con nuestra capacidad técnica e institucional, además de una sociedad atenta y dispuesta a colaborar. Esos son los elementos necesarios para construir políticas públicas consistentes, dentro de los principios de la sostenibilidad. Siempre es importante tener presente que el tiempo avanza y, de forma alarmante, Brasil parece no darse cuenta de la gravedad de no estar actualizado.

Marina Silva
Rio Branco, Brasil
Fuente: TERRA MAGAZINE

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