Aquí
arriba, a 3200 metros sobre el nivel del mar, en la Quebrada de
Humahuaca, donde desde hace 5000 años se cultivan la papa andina, la
quinua, la oca, el yacón y tantas especies silvestres más, puede estar
la respuesta al futuro de la humanidad.
Conscientes de ese valor y de que éste es un tesoro que corre peligro
de perderse, organismos internacionales y nacionales, y varias
organizaciones no gubernamentales, decidieron unir sus esfuerzos y el
mes último, en San Salvador de Jujuy, representantes del Programa para
el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) y del gobierno de la
provincia anunciaron la firma de un convenio para implementar el
proyecto "Conservación in situ de cultivos andinos y especies
silvestres relacionadas, en la Quebrada de Humahuaca 2005-2008", que
apunta a la conservación de la biodiversidad de la Quebrada -declarada
Patrimonio de la Humanidad en 2003- y parte de la Puna.
La ejecución del proyecto está a cargo de la Fundación para la
Conservación de las Especies y el Medio Ambiente (Fucema), que dirige
el biólogo Jorge Cajal, y participan la ONG Fundandes y la Asociación
Civil Los Algarrobos.
De sabores y saberes
La oca, la quinua, el yacón, el ulluco y todas las otras plantas cuyo
rescate encara el proyecto son originarias de los Andes, están
acostumbradas a crecer en alturas mayores de 2000 y hasta 4000 metros,
donde soportan fríos, heladas y suelos hostiles, porque siempre han
estado ahí y fueron domesticadas y mejoradas por las sucesivas
generaciones de habitantes de la Quebrada, que controlan que las
semillas sean sanas y reúnan las mejores características de cada
especie, como color, tamaño y forma ideales. Hace medio siglo había 70
variedades de maíces andinos; hoy sólo quedan alrededor de 50.
La variedad de colores y de formas de estos cultivos andinos, además de
sus cualidades alimenticias, constituyen una riqueza y un patrimonio
cultural de un grado tal, que pocas regiones en el mundo se le
comparan. Sin embargo, esta identidad biológica y cultural está en
peligro porque muchos productores de la zona, como rinden mejor
comercialmente, se dedican al cultivo de las hortalizas. En
consecuencia, cambia la dinámica del autoconsumo y se pierden los
cultivos autóctonos; incluso un factor de progreso, como son los
accesos por carreteras pavimentadas que unirán Chile con Paraguay y
Brasil a través de esta región, pueden transformarse en una fuerte
amenaza contra las prácticas habituales de manejo y utilización de los
recursos naturales.
El monto total destinado para el proyecto es de 1.871.860 dólares, de
los cuales el PNUD aportará 963.200 dólares, provenientes del Fondo
para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por las siglas en inglés), de la
ONU. Carlos Felipe Martínez, el representante del PNUD para la
Argentina, explicó a este diario que, dentro de los cuatro ejes sobre
los cuales se desarrolla su actividad, el proyecto que atienden en este
momento en Jujuy está relacionado con Medio Ambiente y Energía: "Se
espera aplicarlo en cinco localidades, que abarcan 15 comunidades
rurales, en un área donde se ubican 1030 fincas, que concentran a 230
familias, y así contribuir a la conservación de los cultivos andinos
-tubérculos, legumbres, hortalizas, frutos, cereales, seudocereales y
básicamente 21 especies silvestres-; pero lo que es igualmente
importante es mejorar la calidad de vida de la gente y el ambiente, que
haya mejores ingresos para pequeños campesinos, más la preservación del
patrimonio cultural y también el turismo local".
Las cinco áreas núcleo o transectas (unen lugares de identidad
parecida) comprenden las localidades de Coctaca, Bárcena, Alto Tilcara,
Purmamarca y Yacoraite, en la Quebrada. De esta manera, también se
obtendrán inventarios actualizados y completos de las variedades
andinas cultivadas y de sus parientes silvestres. Uno de los méritos de
este programa es que recaba la ayuda de los propios habitantes de la
zona: los promotores, es decir, aquellos encargados de incentivar a los
productores locales para cooperar con el proyecto, surgen de las
propias comunidades; son productores ellos también o hijos de
productores, conscientes de lo que significa la conservación de los
cultivos tradicionales, de las formas antiguas de riego, de las comidas
y de la cultura de la Quebrada.
La identidad recuperada
"Este proyecto es la culminación de un trabajo que lleva ya más de
cinco años", dice la ingeniera agrónoma Magda Choque Vilca, pieza
fundamental de la ONG Fundandes.
"Cuando empezamos, la gente de las comunidades hasta nos corrió con
piedras, porque no querían extraños que pudieran perturbar sus
costumbres." Sin embargo, una vez ganada la confianza de los
habitantes, muchos de ellos fueron los que se unieron a las ONG para
este trabajo.
"Las ferias regionales fueron el punto de encuentro e intercambio
-apunta Choque Vilca-; allí descubrimos qué variedades están
desapareciendo y qué valor tienen para cada comunidad, y justo es
reconocerlo, las mujeres han sido fundamentales para este trabajo,
porque ellas son las que saben, por ejemplo, qué variedad necesita
riego y cuál no. Así se pudo recuperar la papa azul, toda azul desde el
corazón a la cáscara, o el yacón, que es la única fruta de la Puna; una
planta sola puede llegar a rendir entre 12 y 20 kilos. Es un fruto
aguantador, que se puede plantar con una separación de un metro, metro
y medio entre surcos. Hoy hasta nos damos el gusto de exportar una
delikatessen: el escabeche de yacón, que se vende a la Unión Europea en
5 euros."
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