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Un tratado global para salvar al planeta del plástico

Un tratado global para salvar al planeta del plástico

Un tratado global para salvar al planeta del plástico reúne a más de 170 países bajo la ONU. Entre tensiones diplomáticas y avances científicos, crece la presión para alcanzar un acuerdo histórico.

Cada minuto, el equivalente a un camión cargado de plásticos termina en el mar. Si nada cambia, para 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos. El problema ya no es solo ambiental: los micro y nanoplásticos han sido encontrados en órganos humanos, incluso en la placenta de los fetos, y estudios advierten que esta contaminación ha comenzado a alterar el ADN de las futuras generaciones.

El embajador de Ecuador en el Reino Unido, Luis Vayas-Valdivieso, lidera desde 2022 las negociaciones para un Tratado Vinculante sobre Contaminación Plástica bajo la órbita de Naciones Unidas. Más de 170 países participan de este proceso, que busca dar una respuesta global a una crisis que la ONU califica como una de las tres grandes amenazas ambientales, junto al cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

Un problema fuera de control

Desde la década de 1950 se han producido más de 9.200 millones de toneladas de plásticos, de las cuales apenas un 9% se recicla. El resto se acumula en vertederos, cursos de agua y océanos, donde forman gigantescas islas de basura flotante, como la que cubre una superficie similar a Francia y España juntos.

El origen del problema está en el propio sistema de producción: el 95% de los plásticos proviene de combustibles fósiles, y su fabricación aporta entre un 4% y 5% de los gases de efecto invernadero.

A ello se suma la presencia de 15.000 a 16.000 químicos en la elaboración de plásticos, de los cuales solo se conocen los efectos de un cuarto. Los demás siguen siendo un misterio, pese a que ya se han encontrado vínculos con enfermedades graves, incluido el cáncer.

La salud en riesgo

Los plásticos y sus aditivos afectan prácticamente todos los órganos del cuerpo humano: pulmones, hígado, riñones, cerebro y piel. Investigaciones recientes han demostrado su presencia en sangre, tejidos y hasta en la placenta.

“Sabemos que el ADN humano ya está alterado por la contaminación plástica. No sabemos aún las consecuencias completas, pero futuras generaciones nacerán con esa huella”, advierte Vayas-Valdivieso.

Negociaciones complejas

La quinta ronda de negociaciones, realizada en agosto en Ginebra, terminó sin acuerdo. Los principales escollos son:

• Reducir la producción frente a los países que buscan centrarse solo en el reciclaje.

• Definir el ciclo de vida del plástico, desde la extracción de polímeros hasta el desecho final.

• Regular los químicos y aditivos presentes en los productos.

• Garantizar financiamiento internacional para implementar el tratado.

A pesar de los desacuerdos, el embajador asegura que los países han avanzado en acercar posiciones y que existe una creciente presión social para alcanzar un compromiso vinculante.

Motivos de esperanza

Algunos países y ciudades ya aplican medidas que marcan el camino:

Ecuador prohibió plásticos de un solo uso en Galápagos, aunque los residuos siguen llegando con las corrientes oceánicas.

Corea del Sur impulsó programas en los que pescadores recogen plásticos durante sus faenas.

Varios países africanos prohibieron directamente el uso de bolsas plásticas.

En Europa y Estados Unidos, empresas adoptan normas que buscan un reciclaje sostenible.

El rol ciudadano

Más allá de la diplomacia, la presión social es fundamental. Reducir el consumo de plásticos de un solo uso, apoyar a las comunidades afectadas y exigir a los gobiernos un tratado efectivo son pasos concretos.

“No necesitamos una bolsa plástica, ni una pajita para beber, ni frutas envueltas en plástico. También necesitamos que la sociedad civil haga oír su voz para que el tratado se concrete lo antes posible”, subraya Vayas-Valdivieso.

Un acuerdo que no puede esperar

El desafío es mayúsculo, pero la evidencia científica ya no deja margen para la inacción. La contaminación plástica amenaza la biodiversidad, el clima y la salud de la humanidad. Para el embajador ecuatoriano, la urgencia es clara:

“Necesitamos, por salud humana y por salud pública, llegar a un acuerdo a través de un tratado para salvar al planeta del plástico lo antes posible”.