
El cambio climático, una crisis de orígen antropogénico, está alterando el equilibrio térmico del planeta. La temperatura media mundial ya supera en más de 1,2 °C los niveles preindustriales, según los registros del servicio climático europeo Copérnico. Y todo indica que, si no se toman medidas urgentes, las próximas décadas podrían marcar una aceleración sin precedentes de este fenómeno global.
¿Qué es el cambio climático?
Se trata de un cambio a largo plazo en las temperaturas y patrones meteorológicos del planeta. Aunque la Tierra ha pasado naturalmente por ciclos de enfriamiento y calentamiento, el aumento actual es distinto: es rápido, sostenido y provocado por las actividades humanas.
Durante el último siglo, el planeta se ha calentado más que en cualquier otro período comparable de la historia moderna. Desde la década de 1980, cada década ha sido más cálida que la anterior. El año 2024, de hecho, fue el más caluroso jamás registrado, superando por primera vez la marca simbólica de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
El papel de los humanos en el calentamiento global
A lo largo de millones de años, el clima terrestre ha cambiado por causas naturales: variaciones solares, erupciones volcánicas o alteraciones en la órbita terrestre.
Pero el calentamiento acelerado que observamos hoy no se explica por esos factores. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) afirma con certeza que la causa principal es el uso masivo de combustibles fósiles —carbón, petróleo y gas—, que liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) y otros gases de efecto invernadero.
Estos gases actúan como una manta que retiene el calor cerca de la superficie del planeta. Desde la Revolución Industrial, la concentración de CO₂ en la atmósfera ha aumentado más del 50 %, alcanzando niveles nunca vistos en cientos de miles de años. Su composición química revela con claridad que proviene, sobre todo, de la quema de combustibles fósiles por parte de la humanidad.
Efectos visibles y crecientes
El cambio climático ya no es una advertencia futura: sus efectos están ocurriendo ahora mismo.
Entre los impactos más notorios se encuentran:
- Olas de calor más frecuentes e intensas.
- Lluvias torrenciales y fenómenos meteorológicos extremos.
- El derretimiento acelerado de glaciares y casquetes polares.
- El aumento del nivel del mar.
- Océanos más cálidos que agravan tormentas y dañan ecosistemas marinos.
Las consecuencias humanas y económicas son enormes. Los incendios de Los Ángeles de enero de 2025, por ejemplo, podrían superar los 100 mil millones de dólares en pérdidas, una cifra récord en desastres climáticos de Estados Unidos.
En África oriental, la sequía más grave en 40 años dejó a más de 20 millones de personas al borde del hambre. Según el grupo científico World Weather Attribution, eventos de esa magnitud son hoy al menos 100 veces más probables debido al cambio climático.
La gravedad del impacto depende también de las condiciones sociales y económicas: las comunidades más vulnerables son las que menos contribuyeron a las emisiones globales, pero sufren los daños más severos.
El umbral crítico de los 1,5 °C
El Acuerdo de París de 2015 reunió a casi 200 países con un objetivo común: mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales.
Superar ese umbral implicaría consecuencias mucho más graves:
- Exposición de millones de personas al calor extremo.
- Aumento acelerado del nivel del mar.
- Pérdida de cosechas y crisis alimentarias.
- Propagación de enfermedades como el dengue.
- Desaparición de ecosistemas enteros, como los arrecifes de coral.
Los científicos advierten también sobre los puntos de inflexión: umbrales a partir de los cuales los cambios climáticos podrían volverse irreversibles. Entre ellos figuran el colapso de la capa de hielo de Groenlandia o la alteración de las corrientes oceánicas del Atlántico.
Más de 3.300 millones de personas son altamente vulnerables a los impactos del cambio climático, según el IPCC. Las poblaciones de países pobres —que apenas han contribuido a las emisiones— enfrentan los mayores riesgos, lo que plantea un profundo dilema de justicia climática.
Acciones globales: entre los compromisos y la urgencia
Para evitar un colapso ambiental, el IPCC sostiene que el mundo debe alcanzar la neutralidad de carbono lo antes posible, es decir, reducir las emisiones hasta el punto de que cualquier resto pueda ser absorbido o compensado.
Pese a ciertos avances —como el crecimiento de las energías renovables y los vehículos eléctricos—, las emisiones de CO₂ siguen en niveles récord. Si se mantienen las políticas actuales, el calentamiento global podría llegar a 3 °C hacia fines de siglo, una cifra incompatible con un planeta estable.
En la COP29, celebrada en 2024, los países ricos prometieron aportar 300 mil millones de dólares anuales a las naciones en desarrollo para combatir el cambio climático. Sin embargo, esa suma está muy por debajo de lo necesario.
La próxima cumbre, COP30 en Brasil, será clave para definir si el mundo mantiene el rumbo o se resigna a una trayectoria de daños cada vez mayores.
Qué puede hacer cada persona
Aunque las decisiones de gran escala dependen de gobiernos y corporaciones, las acciones individuales también suman. Reducir el consumo energético, viajar menos en avión, mejorar el aislamiento del hogar, optar por energías limpias o disminuir el consumo de carne roja son formas concretas de aportar a la solución.
De manera sencilla y con humildad, también podemos ayudar leyendo y difundiendo contenidos como los de barrameda.com.ar, para que nuestro entorno comprenda mejor la magnitud del problema y se sume a tomar medidas conscientes.
El cambio climático no es solo un desafío ambiental: es una prueba de solidaridad global. Lo que está en juego es la habitabilidad misma del planeta y la posibilidad de legar un futuro viable a las próximas generaciones.
Conclusión
El cambio climático es el mayor reto de nuestro tiempo. Su origen está claramente ligado a la actividad humana, y sus efectos ya son visibles y devastadores. Pero también es cierto que aún existe margen para actuar. Reducir las emisiones, impulsar energías limpias y modificar hábitos de consumo puede marcar la diferencia entre un planeta habitable y uno profundamente alterado. La ventana de oportunidad se está cerrando, pero todavía no se ha cerrado del todo.
Este artículo fue elaborado por el equipo de barrameda.com.ar y con el apoyo de herramientas de redacción asistida por inteligencia artificial.
