Saltar al contenido

El gran simulador

Pez esponja

Ir a la versión en inglés

 

 

Muchos peces utilizan el camuflaje para pasar desapercibidos ante la vista de los depredadores pero ninguno de ellos logra mimetizarse tan bien como el fantástico pez esponja.

Este pequeño habitante de los mares cálidos que apenas alcanza los 30 cm. de talla máxima no sólo toma perfectamente el color de las esponjas que viven en el arrecife, sino que su piel imita la textura espongiaria hasta el punto de hacer que la diferencia sea irreconocible al tacto.

Lejos de ser un inocente pececito, el pez esponja es un carnívoro despiadado. Cualquier pez pequeño que lo confunda con una esponja y pasee delante de su boca será sorprendido por un rápido movimiento que lo enviará directamente al estómago del camuflado depredador antes de que caiga en la cuenta de lo que está pasando. Este asombroso mimetismo también le sirve para ocultarse de quienes se pudieran alimentar de su blanda carne. Es por eso que el quedarse quieto es absolutamente fundamental para pasar desapercibido. Todo en la vida de un pez esponja es sumamente lento, salvo el movimiento corto y rápido que se requiere para atrapar la comida diaria, después de la que tomará una muy larga siesta.

El perfecto camuflaje de este pez está lejos de ser rápido y adaptable. Como en un arrecife hay muchas esponjas del mismo color, el pez puede saltar de una a otra a su antojo, pero si tuviera que mudarse a una zona donde hubiera esponjas de color diferente al suyo tardaría cerca de un mes en asumir el color de sus nuevos anfitriones. Es por eso que los peces esponjas no son proclives a “cambiarse de barrio” muy a menudo. En ese lapso de tiempo está expuesto al ataque de los depredadores y lo que es peor, está prácticamente condenado a pasar hambre ya que su figura se hace visible. Claro está que ante tan poco movimiento y tan poca energía gastada a lo largo del día, no requiere de grandes cantidades de alimento para sobrevivir.

El pez amarillo de la foto está posado sobre una esponja roja y todavía no ha iniciado el proceso de cambio de color. Si estuviera posado sobre una esponja amarilla sería absolutamente invisible. Es por eso que, acostumbrado a esa invisibilidad, no se preocupa en absoluto por la presencia de una mujer buzo a pocos centímetros de él ya que confía en que ella no lo verá.

Después de todo la gente ve lo evidente, lo que se distingue. Son muchos menos quienes buscan entre las cosas pequeñas a los grandes misterios. Serán ellos quienes se sorprendan alegremente cuando, al acercarse a una inocente esponja marina, vean un ojo que los mira atentamente. Habrán descubierto al gran simulador del mar. Un privilegio para pocos.

“No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce”