En este momento, Europa arde por el sur (España, Portugal, Italia y Francia) y se inunda por el norte (Suiza, Austria y Alemania). Una aparente paradoja que sólo muestra dos caras de un mismo fenómeno, los acontecimientos climáticos extremos, que siempre han ocurrido pero que se están haciendo más frecuentes e intensos como consecuencia del cambio climático inducido por las actividades humanas.

Resulta bien conocido que la casi totalidad de los incendios forestales en España son provocados directamente por incendiarios, pero la voracidad del fuego, la predisposición a transformarse en grandes incendios, casi imposibles de extinguir, resulta propiciada por las elevadas temperaturas y la falta de precipitaciones; factores que continuarán aumentando si no se le pone remedio al cambio climático.

Un nuevo documento de WWF/Adena (“Climate change and extreme weather events in Europe”) subraya que el cambio climático ha producido un aumento de las temperaturas en Europa de casi un 1º C de media en los últimos cien años. Los fenómenos climáticos extremos que están ocurriendo en la península Ibérica y en los Alpes casan perfectamente con los escenarios que los climatólogos han desarrollado para una Europa que se irá calentando cada vez más.

Esos modelos climáticos predicen qué el mayor incremento de temperatura en Europa ocurrirá en los países del mediterráneo (España, Portugal, Italia y Grecia). Por ello, la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) espera que el sur de Europa experimente más días de temperaturas altas, sequías más frecuentes y más incendios forestales. Al tiempo, aumentarán los riesgos sanitarios debido a las altas temperaturas y sus efectos sobre el entorno. Según varios estudios científicos, en 2020 uno de cada dos veranos en España podría ser como el del 2003.

Para el centro y norte de Europa, los modelos arrojan un aumento de las precipitaciones de un 1-2% por década. En el sur de Europa, por el contrario, las precipitaciones disminuirán un 1-2% por década. En los veranos españoles tal disminución podría llegar hasta el 5% por década. De este modo, en 2080 las lluvias veraniegas en España habrán descendido un 40%. El calor, la sequía y los incendios forestales agravarán la desertificación de muchas regiones españolas. Actualmente, el 30% de la superficie del país está ya caracterizado como de riesgo alto o muy alto de desertificación. Ciertas comunidades, como Murcia, Valencia y Canarias, tienen más del 90% de sus territorios incluidos en estas categorías según el Inventario Nacional de Erosión de Suelos (INES).

El cambio climático es un fenómeno que ya sufrimos y, por tanto, es un factor que debe tenerse en cuenta a la hora de plantear la gestión de los recursos y la economía. El manejo de los recursos hídricos o de sectores como el turístico resulta así impensable sin tener en cuenta este factor. Pero estas resultan medidas de pura adaptación. En realidad, la única arma para disminuir el cambio climático es la reducción drástica de las emisiones producidas por la quema de combustibles fósiles, como el carbón o el petróleo. Estas reducciones deberían comenzar por el sector eléctrico, responsable de un 37 por ciento de las emisiones de CO2 causadas por el hombre. Las soluciones ya existen: medidas de ahorro y eficiencia energética y energías renovables. Pero es necesaria una apuesta más decidida por ellas por parte de los gobiernos.

Heikki Willstedt, Experto en Cambio Climático y Energía de WWF/Adena, declaró: “Si queremos evitar que en 20 años se dañe irreparablemente la economía del Mediterráneo, debemos actuar ya con el fin de que el incremento de la temperatura global no supere los 2ºC. España es uno de los países que se va a ver más afectados por el cambio climático. Por ello, los responsables políticos españoles en el gobierno y en la oposición tienen que hacer de la lucha contra el cambio climático una prioridad y conseguir un consenso a largo plazo sobre las medidas que hay que tomar. La revisión de la Directiva Europea de Comercio de Emisiones, que tendrá lugar este año, supone una oportunidad de imponer mayores reducciones a los sectores que tienen una mayor responsabilidad y capacidad de luchar contra el cambio climático”.

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