Hace no muchos años la vida media de un móvil era de casi dos años y medio. Actualmente se calcula que es de 9 meses en Japón, 15 meses en Europa y 18 meses en EE UU. El destino de la mayor parte de los móviles desechados es el fondo de un cajón y la basura, mientras que solo una pequeña parte se reciclan adecuadamente.
Aunque los teléfonos móviles evolucionan muy rápidamente el frecuente cambio de móvil se debe más a una cuestión comercial que tecnológica.
Un ciclo de vida corto en los móviles -como en cualquier otro bien de consumo- es necesario para mantener constante la producción. Pero la realidad es que también es insostenible.
"El actual sistema de producción de bienes de consumo que va desde la extracción de la materia prima a la producción, distribución, el consumo y el desecho es un sistema lineal. Pero vivimos en un planeta finito", explica Annie Leonard en The Story of Stuff. "Se trata de un sistema en crisis", añade.
Montañas de 'basura tecnológica'
La constante generación de desechos tecnológicos tiene incontables consecuencias económicas, medioambientales, sociales y humanas.
En la fabricación de teléfonos móviles -y de otros dispositivos electrónicos- se utilizan numerosos metales, algunos de ellos incluso escasos y preciosos. Oro, plata o paladio, níquel, cadmio, cobre, aluminio...
Es cierto que la cantidad por móvil se mide en gramos y miligramos dependiendo del metal que sea. Pero en un planeta que produce más de 1.200 millones de móviles al año la suma total se vuelve considerable.
Segín Fonebak, más del 30% del peso y volumen de un móvil corresponde a la batería. Las baterias de níquel cadmio son especialmente contaminantes si se arrojan al medio ambiente: bastan tres de estas para contaminar todo el agua contenida en una piscina olímpica.
También plástico, arsénico, plomo, cadmio, zinc, hierro, cobre y níquel son elementos presentes en los móviles que resultan especialmente peligrosos para el entorno.
Ligado al impacto medioambiental, el impacto social está presente en toda la cadena de producción. La extracción de materia prima puede dar lugar a guerras, conflictos y explotación, como es en el caso de la llamada guerra por el coltán.
El coltán es una combinación de columbita y tantalita, muy escaso pero con propiedades como la alta conductividad que los hacen muy apreciados en la fabricación de componentes electrónicos.
En países donde 'abunda', relativamente, como Congo, Ruanda o Uganda, el control de las minas es una cuestión que tiene graves consecuencias: explotación, niños soldados, contaminación del entorno, población desplazada, enfrentamientos armados...
Cuando un móvil acaba en la basura o no se recicla adecuadamente, su destino puede estar a miles de kilómetros en países como China o India.
Allí miles de personas sobreviven procesando la 'basura tecnológica', extrayendo los materiales contenidos en los aparatos electrónicos desechados para luego venderlo.
Pero la extración de estos materiales se hace de forma muy rudimentaria y que en la mayoría de los casos pasa por quemar los circuitos electrónicos. Los gases tóxicos que se producen son inahalados por los trabajadores, que puede incluir mujeres y niños.
Alargar la vida útil, reutilizar, reciclar
Alargando la vida útil de los móviles, como de cualquier tipo de aparato electrónico, ralentiza ese proceso lineal al que se refiere Leonard en The Story of Stuff y todos los procesos subyacentes, incluyendo el de la extracción de la materia prima.
Si bien la obsolescencia programada afecta a todo tipo de bienes de consumo, en principio un móvil que servía ayer sive también hoy. Más aún hoy cuando, a pesar de su rápida evolución, en muchos casos los nuevos modelos no suelen ser más que versiones nuevas o más potentes, pero esencialmente iguales a las anteriores.
Reutilizar es también una forma de alargar su vida útil. Antes de tirar un móvil o de echarlo a un buzón se puede consultar a personas del entorno.
Puede que lo que a uno ya no le sirva o no necesite otra persona pueda aprovecharlo aún durante algún tiempo. Y en cualquier caso el destino final de un móvil que ya no se va a utilizar más debe ser un punto de recogida específico o una empresa de reciclaje de móviles.
De este modo al menos una parte de los materiales que contiene pueden volver a ser utilizado. Así se puede "convertir a este sistema lineal en uno nuevo, uno que no desperdicie recursos. Porque lo único que necesitamos tirar es esta mentalidad obsoleta de todo a la basura", concluye Annie Leonard.
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