Es una de las conclusiones que extraen un grupo de investigadores
alemanes e italianos tras analizar los fósiles de una gran variedad de
microorganismos apresados en diminutas gotas de ámbar halladas en la
localidad Cortina d'Ampezzo, en las Dolomitas italianas.
Se trata del mayor yacimiento conocido de ámbar del período Triásico.
Hallado recientemente, consiste en un suelo fósil donde se agolpan
varios miles de gotas de ámbar por metro cuadrado. Los investigadores
explican en Nature que el ámbar procede, probablemente, de la resina de
coníferas arcaicas que poblaban los bosques húmedos de la orilla norte
del Mar de Tetis. Cada gota mide apenas unos milímetros, pero encierra
todo un micromundo de seres que debieron de quedar atrapados en la
resina antes de que ésta cayera al suelo -no hay microorganismos de
suelo-.
El ámbar es un medio magnífico para preservar tejidos blandos, pero los
hallazgos de más de 135 millones de años son muy raros y hasta ahora en
ninguno se había encontrado microorganismos. Las gotas ahora
presentadas, de 220 millones de años, muestran una gran biodiversidad,
con bacterias -el tipo de microorganismo más abundante-, hongos, algas
y protozoos. Los investigadores han podido establecer las relaciones
ecológicas entre ellos: las bacterias y las algas fototróficas eran las
productoras; los protozoos, los consumidores; y los hongos, los
descomponedores. "Las muestras contienen representantes de todos los
niveles tróficos" de las comunidades microbianas terrestres, señalan
los investigadores.
Esta riqueza ha proporcionado una foto de la "evolución y la
paleoecología de los microorganismos del Bajo Mesozoico", y permite
concluir a los autores que "los niveles basales de las redes tróficas
de las comunidades terrestres han sufrido escasos cambios morfológicos,
o ninguno", desde el Triásico al presente. Muchos microorganismos son
similares o idénticos a los actuales, y entre ellos está el fósil de
protozoo más antiguo de una especie aún existente hoy día, Centropyxis
hirsuta Deflandre.
El tipo de especies en las muestras indica que probablemente vivieron
en ambientes como la corteza húmeda de los árboles, o en agujeros
llenos de agua en los árboles. Los microorganismos de estos hábitats
"son importantes en los ecosistemas modernos, pero hasta ahora su
registro fósil es muy pobre", señalan los investigadores. "Nuestros
hallazgos muestran que varios géneros e incluso especies de taxones
microbianos han logrado perdurar a lo largo de distintas épocas
geológicas. Los niveles superiores de la cadena alimentaria, en cambio,
han estado a expensas de cambios ambientales como la que causó la
extinción en masa de la frontera Cretácico-Paleoceno.
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