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El tallo

El tallo

El tallo vincula a las raíces y las hojas. Su crecimiento se produce en sentido opuesto al de la raíz. Sirve de soporte a hojas, flores y frutos y cumple la función de transporte, por medio de la savia, y de almacenamiento de agua y de sustancias de reserva.

En general, adopta una forma muy alargada y ligeramente cónica. Sus dimensiones son variables, desde unos milímetros de longitud, en el caso de las lentejas de agua, hasta los 150 metros que alcanzan algunos eucaliptos australianos, y desde 0,5 mm de diámetro, como en las briznas herbáceas, hasta los varios metros como en los troncos de los baobabs africanos.

El aspecto exterior

El desarrollo en longitud de un tallo y su ramificación se producen a partir de las yemas, abultamientos que contienen un tejido de crecimiento denominado meristema apical. Existen dos tipos de yemas: las terminales, que están situadas en el extremo del tallo, y las axilares o laterales, que dan origen a las ramas o tallos secundarios. Éstos se disponen en distintos estratos, de modo que las hojas superiores dificultan la llegada de la luz a las inferiores.

Existen dos clases de ramificaciones: la simpodial y la monopodial. La primera es propia de los vegetales dicotiledóneos, como el castaño, el nogal y la encina, y tiene lugar cuando cesa la actividad de la yema apical y prosigue el desarrollo de una rama lateral. La monopodial es característica de las coníferas: el tallo principal continúa creciendo, y de él se desprenden ramas laterales. Los puntos del tallo principal donde se insertan las hojas se llaman nudos, y el espacio existente entre dos nudos se denomina entrenudo.

El interior del tallo

Si se practica un corte transversal de un tallo y se lo somete a examen con microscopio, se observará que su estructura presenta dos partes bien diferenciadas: primaria y secundaria. La primaria es la que aparece durante el primer año de vida de la planta. Consta de tres capas concéntricas: la epidermis, la corteza y un cilindro central.

Los árboles son las plantas que presentan los tallos más largos y anchos del reino vegetal.

Las palmeras, de las que se conocen cerca de 1.200 especies, tienen tallos leñosos, sin ramificaciones, denominados estípites, con hojas en el ápice. El tallo de los cactos es suculento o carnoso, y tiene gran capacidad para almacenar agua. Eso permite que la planta sobreviva en zonas áridas. El girasol tiene un tallo herbáceo, recto, de unos 3 cm. de grosor y cerca de dos metros de altura. El trigo posee, al igual que otros cereales, un tallo herbáceo hueco, en cuyo extremo se forman las flores, reunidas en espiga.

La epidermis es la zona externa, y está constituida por una capa de células que presentan orificios denominados estomas. La corteza está compuesta por un parénquima cortical o clorofílico -tejido específico de los vegetales- formado por células esféricas o cúbicas. El tejido celular de ese parénquima interviene activamente en el proceso de la fotosíntesis. En la corteza se halla también la endodermis, tejido poco diferenciado que contiene gránulos de almidón. El cilindro central está formado por el periciclo, ubicado dentro del endodermo; el parénquima medular está constituido por células desprovistas de clorofila y forma los radios medulares y los vasos conductores por donde circula la savia. Estos conductores se disponen en un solo haz.

Cáctus

A medida que el tallo aumenta su diámetro año tras año, se origina y crece la estructura secundaria, caracterizada por la aparición de dos tejidos o meristemas secundarios: el cámbium y el felógeno. El cámbium se halla en el cilindro central. Su función es la formación de vasos: leño secundario hacia el interior y líber secundario hacia el exterior. El felógeno actúa engrosando la corteza mediante la producción de súber hacia el exterior y parénquima cortical hacia el interior.

Diferentes tipos

Lo habitual es que el tallo sea aéreo. Sin embargo, en ciertas plantas es subterráneo y desempeña la función de órgano de reserva. Entre los tallos aéreos se pueden distinguir tres clases: arbóreo, arbustivo y herbáceo. El arbóreo es leñoso, grueso y macizo. La porción comprendida entre la base y la ramificación, o entre la base y el extremo de la copa, es denominada tronco. El arbustivo, por lo general, es leñoso, pero su ramificación arranca desde la base y su altura no supera los cinco metros. Cuando su longitud no supera el metro de altura se lo denomina herbáceo. El tallo herbáceo no es leñoso, sino verde y flexible en la etapa de crecimiento. Presentan este tallo la amapola, el trigo y la alfalfa.

Otros tipos de tallos pueden ser el estípite, leñoso y sin ramificaciones, con hojas en la cúspide (palmeras); el trepador, que crece con la ayuda de un soporte (vid, hiedra); la caña, tallo leñoso con nudos (caña de azúcar).

Entre los tallos subterráneos se distinguen tres tipos: bulbos, rizomas y tubérculos. El bulbo es una yema subterránea engrosada debido a la acumulación de agua y otras sustancias en las bases de las hojas y el tallo adopta la forma de disco. Es característico de las plantas que carecen de la parte aérea durante el invierno (ajo, cebolla, tulipán). El rizoma es un tallo que crece paralelo a la superficie del suelo, lo cual lo torna muy similar a las raíces. Los tubérculos son tallos engrosados, generalmente subterráneos y que acumulan sustancias de reserva almacenadas (papa, batata).

La frutilla tiene delgados tallos rastreros o estolones, que crecen sobre la superficie del suelo y echan raíces cada dos nudos. La cebolla, una de la primeras plantas cultivadas por el hombre, presenta un tallo esferoidal subterráneo en forma de bulbo, compuesto por capas tiernas y jugosas. El tallo de la papa es en parte aéreo y en parte subterráneo. El sector que se desarrolla sobre la superficie es ramificado, y alcanza unos 50 cm. de altura. La parte subterránea tiene ramificaciones cuyas extremidades conforman tubérculos, tallos modificados que, al engrosarse, almacenan sustancias de reserva. Son órganos carnosos ricos en sustancias nutritivas.

Girasoles